La arriesgada apuesta que hicieron los directivos del Arsenal en 1996, la de fichar a Arsene Wenger, un entrenador desconocido, que dirigía en la poco competitiva liga japonesa, cumplió 20 años.

El abrupto final de George Graham y el posterior fracaso de Bruce Rioch -duró una temporada- empujaron a la cúpula de los gunners a un cambio de planes, a dejar de lado a los entrenadores británicos por uno más moderno.

La apuesta fue un francés: Arsene Wenger, un estudioso del fútbol que había dirigido en Francia al Nancy y al Mónaco y que, durante un año y medio, se había ido a probar suerte a la J-League japonesa con el Nagoya Grampus Eight.

La bienvenida que le brindó la capital británica a su llegada hace dos décadas no fue la mejor: "Arsene who?" ("¿Arsene qué?"), tituló el diario londinense Evening Standard en su sección deportiva.

Wenger llegó a Highbury con la obligación de gobernar una plantilla que por aquel entonces era típicamente británica, que celebraba las victorias bebiendo pintas de cerveza y sofocaba las penas de las derrotas de idéntica manera.

El francés, con su pelo enmarañado, sus corbatas exageradamente grandes y su pinta de profesor de instituto, prohibió los chocolates, la cerveza y los fish and chips'(el tradicional bacalao frito con patatas), entre otros alimentos calóricos y poco saludables, e instauró una dieta más propia de futbolistas de élite, equilibrada en carne y pescado y con verduras abundantes.

A su llegada al barrio de Islington, además del total desconocimiento de la prensa, Wenger se topó con el recelo de dos de los pesos pesados de la plantilla, el capitán Tony Adams y Paul Merson, dos alcohólicos reconocidos, que no entendían ni compartían estos nuevos y revolucionarios métodos.

"La razón principal por la que he venido es porque amo el fútbol inglés; los orígenes de este juego están en este país. Me gusta el espíritu y el ambiente que se respira aquí y el ánimo y el potencial que tiene el Arsenal", dijo Wengwe en su primera rueda de prensa como gunner.

Pese a las dudas de los propios jugadores, el preparador se erigió como una pieza clave para que el Arsenal dejara de estar anclado en el pasado y se convirtiera en un club moderno. Wenger marcó un antes y un después.

Ganador de tres títulos de la Premier League (1997-98, 2001-02 y 2003-04), seis FA Cups (1998, 2002, 2003, 2005, 2014 y 2015) y de otras seis Community Shield, el galo, que apura su último año de contrato, ha visto cómo únicamente Alex Ferguson, con su poderoso Manchester United, ha ganado más trofeos en las últimas dos décadas.

Aunque el Arsenal no celebra un título de liga desde hace 12 años, Arsene ha logrado mantener al club entre la élite del balompié inglés clasificando temporada sí y temporada también al equipo para la Liga de Campeones.

Wenger es, además, el autor del fichaje más importante en la historia del club -Thierry Henry- y el encargado de liderar desde más allá de la línea de cal al equipo en la temporada más importante y exitosa de su historia: la de Los Invencibles, en 2003-0404.

La renovación completa del equipo y de la institución se culminó en verano de 2006, cuando los gunners se mudaron del vetusto Highbury al moderno Emirates Stadium, con capacidad para algo más de 60.000 espectadores.