Las matemáticas decían que Marc Márquez tenía en el Gran Premio de Japón la primera oportunidad de lograr la que sería su quinta corona mundial y tercera en la categoría reina. Pero la lógica, por contra, apuntaba que tendría que esperar. Y es que el ilerdense (Cervera, 1993) debía ser primero en Motegi y que Valentino Rossi fuera como máximo decimocuarto y que Jorge Lorenzo no estuviera en el podio. Los números acabaron por darle la razón. Márquez logró en el circuito nipón su quinta victoria del año, Rossi y Lorenzo se fueron por los suelos y el de Honda sumaba una nueva página a la leyenda. El campeón más ambicioso, el más precoz, ya puede presumir de tener a sus 23 años cinco campeonatos del mundo y tres de ellos en MotoGP. Nadie como él a su edad en la historia del motociclismo. El campeón sin límites.

Márquez, segundo en la parrilla tras Rossi y por delante de Lorenzo, fue el más rápido en la salida pero a final de recta le superaron los dos pilotos de Yamaha, aunque sólo necesitó un par de curvas para recuperar la segunda posición tras Lorenzo, en tanto el italiano se las temía que ver con el también español Aleix Espargaró (Suzuki), que le adelantó en un par de ocasiones.

Las primeras vueltas resultaron frenéticas, con Lorenzo intentando escaparse sin éxito mientras que Márquez y Rossi protagonizaron momentos de alta tensión con adelantamientos al límite.

A ritmo de vuelta rápida en el tercer giro, tanto Márquez como Rossi se colocaron tras el rebufo de Lorenzo, que con ese ritmo inicial rompió el pelotón y seleccionó a sus cinco mejores unidades iniciales, con ellos tres y Espargaró y Dovizioso (Ducati) unos metros más atrás. En la cuarta vuelta el piloto de Cervera tomó la iniciativa. Si quería ser ya campeón lo primero que debía hacer era ganar la carrera, y se fue a por la victoria. Superó a Lorenzo y comenzó a tirar con fuerza para ser él quien abriese un hueco respecto a sus perseguidores, aunque tardó un par de giros en conseguirlo.

Rossi asumió las intenciones del piloto de Honda y en la sexta vuelta daba cuenta de Lorenzo para intentar poner freno a la escapada de Márquez, que establecía una nueva vuelta rápida al tiempo que exigía el máximo de la Yamaha del italiano. Tanto que éste, en su afán por no perder la estela del campeón, cometía un error una vuelta más tarde. Se cayó en la curva diez, la que da acceso a la recta posterior, pero pudo levantar la moto y llegar hasta su taller para intentar continuar, pero los daños en la moto se lo impidieron. Intentó incluso subirse a la segunda moto, pero la carrera no estaba abierta a tal posibilidad.

La decepción entonces vivida en el garaje de Yamaha con el abandono de Rossi fue directamente proporcional a la euforia en el de Repsol Honda, desde donde no tardaron en marcar a Márquez en su pizarra que el italiano estaba "k.o".

Pero con Lorenzo en la segunda posición, Marc sólo había conseguido ganar la primera batalla de las dos que necesitaba para conquistar la corona. No podía relajarse, por lo que continuó con un ritmo firme abriendo diferencias.

La carrera, entonces, entró en una especie de impasse, con la caída de Héctor Barberá, que logró regresar a pista, como único hecho reseñable, en tanto Dovizioso y Espargaró peleaban tras Lorenzo por la última plaza del podio una vez que consiguieron despegarse de Maverick Viñales.

Pero en la vuelta veinte, y a cinco de la finalización, se produjo el golpe de efecto definitivo. Lorenzo cometió un error que le hizo rodar por los suelos sin posibilidades de continuar y con ello dejaba libre el camino a Márquez para, impasible en su rodar, irse por su quinta victoria del año, la quincuagésimo quinta de su carrera, y recuperar de paso la corona de la categoría reina que en 2015 cedió al mallorquín.