Tuvo que sufrir más de lo esperado ante un rival que aparecía como víctima propiciatoria, pero el británico Andy Murray confirmó los pronósticos ante el estadounidense John Isner para llevarse el Masters 1.000 de París-Bercy por 6-3, 6-7 (4) y 6-4 y estrenar de la mejor forma el número uno de la ATP.

El escocés jugó nervioso, sin la púrpura que supuestamente viste a todo un número uno. Ya le había sucedido en cuartos ante el checo Thomas Berdych y volvió a ocurrirle contra Isner, que jugó buenos partidos en París pero que se encuentra a años luz de la calidad de su rival.

Por momentos reapareció el Murray más protestón y ofuscado, gritando y enfadándose consigo (y con su raqueta) cada vez que cometía un error no forzado ante la presión de la muralla estadounidense en la red.

Para desgracia de Murray, su éxito en París-Bercy y su coronación como número uno han llegado en una especie de anticlímax: logró su pase a la final gracias al abandono por lesión del canadiense Milos Raonic antes de jugar, y una vez en ella se tuvo que ver las caras con el número 27 del mundo (será el 19 a partir del lunes).

Isner siempre había perdido en sus siete enfrentamientos anteriores contra él y únicamente había logrado arrebatarle tres sets. Aún peor: el gigante de Carolina del Norte (2,08 metros) solo ha conseguido romperle el servicio en una ocasión, tras haber dispuesto de más de 40 ocasiones, incluyendo las de la final.