No es buena señal empezar una crónica hablando de los árbitros. No lo es cuando decisiones insólitas marcan el partido en uno de sus momentos más calientes. Y con Xavi Malián como protagonista. Ya lo era por su descomunal rendimiento. Él solo desquició al Barça, que no conseguía encontrarle el punto débil mientras Carlo di Benedetto sentenciaba a la contra (0-1). Pablo Álvarez había igualado con un gol marca de la casa, pero la batalla seguía estando más favorable al bando verdiblanco. Hasta la jugada que lo marcó todo. Faltaban doce minutos. El Liceo cometió la décima falta y Lucas Ordóñez se disponía a lanzar la falta directa. Malián se levantó para acercarse al banquillo, un gesto muy habitual en los porteros para secarse la careta, aprovechar unos segundos y meter presión al rival. Los árbitros interpretaron esta señal como que había solicitado el cambio -tiene que pedir permiso para hacer esto- y le obligaron a sentarse en el banquillo y que saliera Shehda. Y el delantero argentino no perdonó a bola parada (2-1).

Los árbitros, no obstante, no empujan la bola. Nadie sabe si Malián la hubiese parado, como antes ya había hecho ante su excompañero y como en los últimos minutos frenó a Pablo Álvarez. Y los árbitros tampoco fallan penaltis ni faltas directas, como las que no acertaron Marc Coy y Josep Lamas respectivamente. Sergi Fernández también tuvo un gran partido. Segundos antes del descanso evitó el 0-2 que rozó Toni Pérez. Los coruñeses hicieron un gran encuentro. Sólidos en defensa, aunque poco efectivos en ataque, donde les faltó algo (o alguien). No sirvió de nada. Se cumplieron los peores presagios. El Barça se escapa a once puntos, el Vic a seis y el Reus a cuatro. Por lo menos mantuvo la cuarta posición y será cabeza de serie en la Copa del Rey.