Se llamaba Bernabé Ferreyra y es el único jugador que en la historia del fútbol argentino consiguió un promedio superior al gol por partido. La fama ganada gracias al cañón que tenía en su pierna derecha le convirtió en el futbolista más célebre de la década de los treinta, un fenómeno mediático que provocó que los dirigentes subiesen el precio de las entradas cuando él saltaba al campo e incluso que los porteros recibiesen un premio en caso de que fuesen capaces de sobrevivir al bombardeo.

En 1924 la directiva del modesto Jorge Newbery (de Rufino, provincia de Santa Fe) organizó una asamblea que tenía como uno de los puntos del día resolver si subían al primer equipo a Bernabé Ferreyra, un chico del pueblo que aún no había cumplido los quince años. Ninguna ley lo prohibía, pero los responsables del club tenían dudas "morales" por miedo a que en aquellas categorías más modestas lo desgraciaran en algún partido. Todos le conocían porque desde que ingresó en el club con doce años -de la mano de su hermano Paulino que ejercía de cabeza de familia en casa debido a la ausencia de su padre-, despertaba una enorme curiosidad entre sus vecinos de Rufino que se acercaban a verle convencidos de que estaban ante una futura figura del fútbol argentino.

Paulino trabajaba en el ferrocarril y los cambios de destino llevaban aparejado el traslado de Bernabé a otras ciudades. Eso le llevó a jugar en varios equipos durante un periodo muy corto de tiempo. Sin posibilidad de asentarse hasta que la familia regresó a casa y un ojeador, Alberto Monge, le propuso ir a Tigre cuando ya tenía 20 años. La directiva del club de Buenos Aires estaba escarmentada con los jugadores que llegaban del interior de Argentina. Los últimos que habían contratado habían sido un desastre y no querían correr riesgos con Ferreyra. Le organizaron entonces un partido de prueba contra El Porvenir. Ganó Tigre por cuatro a cero y los cuatro tantos fueron obra de Bernabé que al día siguiente subió a las oficinas del club para firmar su primer contrato profesional (200 pesos al mes y una prima en función de victorias y de goles).

Su fama se dispara pocos meses después porque Huracán lo pide prestado para una gira por diferentes países sudamericanos. Era una práctica habitual que se utilizaba para devolverse favores y de paso foguear a los jóvenes fichajes. Bernabé marca once goles en ocho partidos. Unos meses después es Velez quien lo reclama para un viaje de varios meses. Ahí ya es la locura porque anota 38 goles en 25 partidos y protagoniza escenas asombrosas. A un portero peruano lo manda al hospital después de un balonazo y cuando va a visitarlo este le ruega que la próxima vez que se crucen en un campo de fútbol le avise de que va a disparar. El Cañón de Rufino es el primero de los apodos que le ponen y que resume a la perfección la clase de futbolista que es. Regresa a Tigre a tiempo de jugar las últimas trece jornadas de Liga y marcar 19 goles.

River Plate rompe entonces la hucha para contratarlo. 35.000 pesos paga a Tigre por el delantero. Una cifra que hasta ese momento nadie ha alcanzado en el fútbol mundial. Hugo Marini, periodista del diario Crónica, regresa a la redacción tras un partido en el que anota cuatro goles ante Huracán. Escucha una conversación en la que un niño le pregunta a su padre qué le ha parecido el partido de Ferreyra. La respuesta le da una idea: "No es un futbolista, es una fiera". A partir de ese momento se le conocería como La Fiera. En aquella primera temporada en River anotó en doce partidos de forma consecutiva. Cuando llevaba cinco Crónica decidió premiar con una medalla al primer portero que fuese capaz de dejarle sin marcar. Aquello alimentó aún más el interés por los partidos que jugaba River. Fueron cayendo uno tras otro, incluso los metas más acreditados del momento. Contra Huracán se suspendió el partido en el minuto 69 con 1-1 y sin que hubiese marcado con lo que seguía pendiente el desafío. Finalmente en la jornada decimosexta Sangiovanni, portero de Independiente, recibe el premio tras una victoria por 5-0. El tiene el honor de parar a Ferreyra por primera vez en aquel torneo que finalizaría con 43 goles, récord del fútbol argentino hasta la llegada de Erico.

Pero al margen de la anécdota de la medalla del diario Crónica, Bernabé es un verdadero fenómeno de masas. River Plata recupera en un santiamén la cantidad pagada por sus servicios porque entre otras cosas sube el precio de las entradas de modo descarado. Pasan de un peso a tres (salvo que una lesión impidiese jugar a Ferreyra), tal es el interés que despierta el futbolista. Se cuentan de él cosas de todo tipo, que se mete una placa de metal en la bota o que una deformidad en los huesos del pie le permitía golpear el balón con una fuerza superior a la del resto. La verdad es que no hay más explicación que la de su potencia y lo rápido de su latigazo. Muchos goles eran por velocidad, pero otros tenían más que ver con la destreza y agilidad con la que sacaba el remate en un palmo de terreno. Pero su leyenda no se detuvo y a los periódicos les encantaban noticias como la de aquel portero que le paró un penalti pero se rompió las muñecas en el intento. Incluso Carlos Gardel se le acercó en cierta ocasión para decirle "así que usted es la famosa Fiera". Ferreyra, un tipo tímido, solo acertó a responderle "yo no, ése es usted cuando canta".

Duró cuatro temporadas al máximo nivel. El desgaste hizo mella en él y la temporada de 1937 fue la última en plenitud. Se retiró con apenas treinta años pero con una colección de goles y títulos gigantesca. Marcó 208 goles en el fútbol argentino sin alcanzar los doscientos partidos. Se casó con Juanita y vivió tranquilo, trabajando para River Plate y respondiendo preguntas sobre sus goles.