Los signos que indicaban que el Barcelona no andaba fino irrumpieron en la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones contra el París Saint-Germain, que desarboló a los azulgranas y les condenó a una remontada épica en el Camp Nou para poder jugar sus décimos cuartos de final consecutivos.

Sin ritmo, sin personalidad, sin recursos, sin la aparición de sus estrellas, el equipo español fue intrascendente ante un pletórico PSG, muy superior en cada línea, sustentado en un enorme Matuidi en el centro del campo y con un Ángel di María que se marchó con un doblete completado por un tanto de Draxler y otro de Cavani.

Es la tercera vez que al Barça le endosan una goleada de esta talla en la Liga de Campeones. Lo probó ya en la final del 94 contra el Milan y en las semifinales de 2013 frente al Bayern de Múnich.

Al fin pudo sonreír Unai Emery en un duelo contra el Barça. En 23 partidos anteriores solo le había ganado una vez, con el Sevilla. En el 24 le propinó una sonora goleada que infla su crédito en París y le convierte en favorito para jugar, por quinto año consecutivo, los cuartos.

Fue un triunfo sin contemplaciones, con una enorme superioridad de los locales, que anestesiaron al tridente, durmieron a Messi y convirtieron al Barcelona en un equipo menor. Volvieron al once de Luis Enrique Andrés Iniesta y Sergio Busquets, pero mostraron que todavía no están al nivel que exige un duelo de estas características.

Y eso que los prolegómenos del duelo no les eran favorables a los jugadores del equipo francés, con la baja de última hora de su capitán Thiago Silva, que dejaba su defensa en manos de cuatro veinteañeros a merced del tridente más envidiado del fútbol mundial.

Pero ni ocasión de fallar tuvieron los jóvenes defensores del PSG, Meunier, Kimpembe, Marquinhos y Kurzawa, que apenas intervinieron. Al igual que el meta Trapp.

Solo Ter Stegen mantuvo al Barcelona en pie, pero a merced de los ganchos, de que llegaran esos golpes que te derriban a la lona.