Un partido sensacional de Gameiro y cuatro goles, uno suyo, uno de Saúl, uno de Griezmann y uno de Torres, propulsaron al Atlético de Madrid en su eliminatoria contra el Bayer Leverkusen, ya casi sentenciada por el despliegue ofensivo del equipo rojiblanco.

Su ataque, liderado por Gameiro, fue imparable para el conjunto alemán y el resultado final es muy bueno, con la vuelta pendiente en el Calderón, pero, a la vez pudo ser incluso mejor, por ambición, ocasiones y fútbol de un Atlético que lo tuvo todo para golear, pero que concedió dos tantos.

El plan del Atlético surgió perfecto. Cada movimiento imaginado, diseñado meticulosamente, lo ejecutó en el comienzo del encuentro. Lo tenía claro el equipo rojiblanco, que combatió las virtudes de su rival, el robo de balón en el medio y el contragolpe, con las mismas cualidades y ambición, pero con mucha más determinación.

Dentro de la previsible potencia e intensidad altísima a la que se jugó el partido, el Atlético fue casi siempre mejor en ataque, en cada detalle, en lo táctico, en sus duelos individuales, en cada sector, en cada salida a la contra y en la presión en el medio campo, desde la que cimentó un triunfo espectacular al intermedio.

Cada vez que ganó ese pulso, cada vez que superó la primera línea de su rival, corrió, combinó y ejecutó los ataques a toda velocidad, incontenible para el Bayer, desbordado por las continuas conexiones de un triángulo indescifrable para el bloque alemán: Saúl, a la derecha, y Griezmann y Gameiro, en la delantera.

Su adversario aguantó las primeras ofensivas rojiblancas, con participación activa también de Carrasco, entre un despeje de Aranguiz, una parada de Leno y un larguero, pero luego fue noqueado con la contundencia ofensiva que pedía Simeone en la víspera.

Su partido fue espléndido. De principio a fin. También en ese momento del 1-2, del que lanzó definitivamente al Atlético. Primero estrelló un derechazo en el larguero; después hizo una jugada sensacional, desmarcado hacia un lado y con un túnel después a Dragovic, que le agarró y le derribó, fuera del área, aunque el árbitro lo vio dentro. Penalti. Gameiro no falló

Un gol en propia puerta, el 2-3 en un despeje de Moyá que rebotó en la rodilla de Savic, llevó al francés al vestuario con la seguridad y la confianza de que su partido fue incuestionable e incontestable, para un triunfo que culminó Torres.