Luis Enrique Martínez dirigirá este sábado, por última vez, al Barcelona, en una nueva final donde tendrá la oportunidad de cerrar, con su noveno título, su etapa como entrenador azulgrana.

El técnico asturiano se marcha a casa tras completar tres años exitosos, pero con un palmarés decreciente. Y es que, si en su primera temporada sorprendió ganando el triplete (Liga, Liga de Campeones y Copa del Rey) y sumó cuatro títulos más en la segunda (Liga, Copa, Supercopa de Europa y Mundial de Clubes), en la campaña de su despedida solo ha conquistado, de momento, un trofeo menor: la Supercopa de España.

La Copa del Rey es, por tanto, el último bálsamo que le queda a Luis Enrique para curar las heridas de este curso, donde su equipo no ha sabido competir bien lejos del Camp Nou cuando llegaron los cruces en la Liga de Campeones y ha desaprovechado, indolente, la ocasión de reeditar la Liga.

Se va el gijonés dejando la sensación de que ha desperdiciado este año una gran oportunidad para acabar a lo grande su etapa azulgrana, con tres Ligas en tres años que hubieran alargado la hegemonía del Barça en el fútbol español.

Pero aún le queda a Lucho la posibilidad de hacer el tres de tres en la Copa del Rey y marcharse habiendo conquistado nueve títulos de trece posibles, un currículo al alcance de muy pocos.

Tras el 3-1 en la final ante el Athletic Club (Camp Nou, 2015) y el 2-0 al Sevilla en la prórroga del año pasado (Vicente Calderón, 2016) su equipo vuelve a Madrid para cerrar, en el mismo escenario, su círculo virtuoso en el torneo, esta vez ante el Deportivo Alavés.

En esta competición, Luis Enrique solo ha perdido un partido (2-1 ante el Athletic, en la ida de los octavos de final de esta temporada) de los 26 que ha dirigido como entrenador del conjunto azulgrana.

La versión copera de su Barça ha logrado 21 victorias y ha sumado otros cuatro empates, marcando 82 goles (3,15 por partido) y encajando 18 (0,69 por encuentro).

Se podría decir, por tanto, que éste es el trofeo fetiche de Luis Enrique, que el sábado intentará emular la despedida que tuvo Pep Guardiola en 2012.

El ahora entrenador del Manchester City cerró una etapa de cuatro años en el banquillo del Barcelona ganando, en el Calderón, su segunda Copa del Rey que, a la postre, adornaría su palmarés con su decimocuarto y último título como preparador culé.

También como Pep, Luis Enrique ha decidido, de forma unilateral, poner punto y final a una relación de desgaste. El que irremediablemente se sufre en esa especie de silla eléctrica que es el banquillo del Camp Nou.

Y es que su equipo ha ido perdiendo, poco a poco, fiabilidad, identidad y estilo hasta vivir casi exclusivamente de la inspiración de su tridente ofensivo y sobre todo de la genialidad de Messi.