Hay unas cuantas generaciones de madridistas que quedarán marcados desde ya (más todavía) por la eterna sonrisa de Zidane. Concretamente, los nacidos a partir de 1958. Aquel año en blanco y negro, el Madrid consiguió su último gran doblete: Liga y Copa de Europa. Ayer, más de medio siglo después, el Madrid lo volvió a hacer. El Madrid del Rey Zidane. Reina en España y reina en Europa. Así son las superioridades indiscutibles, como la segunda parte de ayer. Así son los equipos de época. Y el equipo blanco hoy lo es. Tiene una plantilla compensada que mezcla pasado, presente y futuro y tiene a un excelente técnico que ha sabido gobernarla y dosificarla a la perfección. El galo aplica a su gestión la misma cintura con la que dejaba atrás a sus rivales en el campo. Hace nada estaba el Barça de Guardiola y hoy brilla el Madrid de Zidane. Es su época.

El francés, que ya era leyenda por su volea de Glasgow, ha sido capaz, en sólo 17 meses, de curar la depresión de un equipo desolado por un 0-4 del Barça en el Bernabéu a situarlo en el paraíso. En el paraíso están los equipos de época y hasta allí se llega derribando muros. Nadie había ganado dos Ligas de Campeonas consecutivas. Nadie había marcado tantos goles a la Juventus, que llevaba tres recibidos en toda la competición. Nadie había acabado una temporada marcando en todos los partidos y nadie, sólo Cristiano (que seguramente haya conseguido ayer el Balón de Oro), había conseguido marcar en tres finales de Liga de Campeones. Zidane habló ayer del "año que viene", se supone que renovará, y por delante le queda al Madrid el reto de no caer en la peligrosa autocomplacencia. Por suerte para el equipo blanco hay quien viene empujando. Por ejemplo Asensio. El coruñés Lucas Vázquez, en cambio, fue uno de los descartes de Zidane, por lo que no se vistió de corto para la final de Cardiff.

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