La Copa Confederaciones que comienza este fin de semana en cuatro ciudades rusas se plantea en este país como un ensayo general de cara al primer Mundial que acogerá Rusia el año que viene.

A partir del sábado y durante las próximas dos semanas, todas las miradas estarán puestas en Rusia para comprobar cómo afronta la organización de una competición que presenta los mismos retos que la gran cita mundialista, eso sí, en una escala mucho más reducida.

Las cuatro ciudades que acogerán partidos de la Copa Confederaciones -Moscú, San Petersburgo, Kazán y Sochi- esperan la llegada de cientos de miles de aficionados, no sólo de los ocho países cuyas selecciones participan en el torneo, sino de todo el mundo.

Futboleros de más de cien países han solicitado el llamado Pasaporte de Aficionado, una iniciativa de la FIFA que permitirá a sus poseedores entrar en Rusia sin visado, acceder de forma rápida a los estadios y moverse gratis en tren entre las cuatro sedes de la Copa.

El Pasaporte de Aficionado es obligatorio para todos aquellos que hayan comprado entradas a los partidos del torneo y también lo será durante el Mundial 2018, en el que 32 selecciones se disputarán el título en doce estadios de once ciudades repartidas por toda la parte europea de Rusia, desde Kaliningrado hasta los Urales.

Moscú, ciudad caótica

Chile, Portugal, Camerún y Australia, además de Rusia, jugarán algunos de sus partidos de la fase de grupos de la Copa Confederaciones en Moscú, una ciudad puesta patas arriba por obras masivas en el centro de la urbe, precisamente de cara al Mundial.

El mayor reto en una de las ciudades del mundo más colapsadas por el trafico será el transporte, aunque llegar al novísimo estadio Spartak de Moscú en el que se jugarán todos los encuentros será más fácil gracias a los carriles bus habilitados especialmente en las calles que dan acceso al campo.

El entorno del estadio y la autovía urbana por la que se llega al mismo fueron remodelados para comodidad de los aficionados y para facilitar el transporte público a un barrio alejado del centro, en la parte noroccidental de la ciudad.

La seguridad es otra prioridad para las autoridades rusas, que han tomado todas las medidas para evitar cualquier incidente durante el torneo, con el recuerdo vivo de los recientes atentados terroristas en Londres, durante la final de la Liga de Campeones que se celebraba en Cardiff, otra ciudad de Reino Unido.

El Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB, antiguo KGB) ha reforzado los controles fronterizos y ha prohibido la entrada en el país a muchos extranjeros sospechosos de tener relaciones con organizaciones terroristas.

Otra preocupación será evitar enfrentamientos entre los aficionados, sobre todo después de que los ultras rusos superaran en salvajismo a los hooligans ingleses hace un año, durante la Eurocopa de Francia.

Casi 200 aficionados figuran en una lista negra que incluye a hinchas que por decisión judicial tienen prohibido asistir a partidos de fútbol.

Se extremará la seguridad en los hoteles y campos de entrenamiento, y los futbolistas se desplazarán acompañados en todo momento por la policía de tráfico.