Rafa Nadal y Garbiñe Muguruza aparecen al frente de las clasificaciones de la ATP y de la WTA, un momento histórico para el tenis español, que emula lo conseguido por el estadounidense y el alemán.

La última vez que dos tenistas del mismo país coincidieron en la cima de las tablas universales fue en 2003 con André Agassi y Serena Williams. En 1991 lo habían logrado los alemanes Boris Becker y Steffi Graf y en la década anterior Estados Unidos lo había conseguido por medio de mitos como Jimmy Connors, John McEnroe, Chris Evert y Martina Navratilova.

Nadal, que logró el domingo su decimosexto torneo del Grand Slam al ganar el Abierto de Estados Unidos después de imponerse en la final al sudafricano Kevin Anderson, lidera la tabla por delante de Roger Federer, que arrebata el segundo puesto a Andy Murray, ausente en Nueva York.

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El mallorquín destacó que la motivación para sumar títulos de grandes torneos, ahora 16, no es alcanzar a rivales como Federer, que este año también se llevó dos Grand Slam, sino disfrutar de su propia carrera. "No necesito ningún tipo de estímulo, yo no pienso si Federer ha ganado 2, 4 ó 24, hago mi camino y me motiva mi carrera, no la de los demás, soy feliz haciendo lo que hago", explicó.

Nadal convino que "la vida también consiste en conformarse", lo cual no significa "no querer más", ya que siempre quiere que su cifra de títulos continúe en alza.

En este sentido, se declaró feliz por haber terminado la temporada del Grand Slam con el trofeo del Abierto, un hito que consideró "importante personalmente", e indicó que seguirá trabajando tras el que ha sido un buen año.

"Es importante porque es el US Open", dijo con una sonrisa Nadal, quien lo considera "uno de los eventos más importantes del año". "En todos los términos ha sido un año apasionante, desde que empezó la temporada en Abu Dhabi he disfrutado mucho y he jugado todos los torneos con la sensación de que luchaba por cosas importantes".

El también campeón de Roland Garros dijo sentirse "afortunado y agradecido", especialmente gracias al apoyo de su equipo, familia y patrocinadores que confiaron en él en "momentos difíciles".

Tras las lesiones del año pasado, que consideró un "desastre", veía complicado ganar dos grandes torneos en ocho o nueve meses, algo que atribuyó a su "trabajo diario" y a las oportunidades que da la vida. En estas condiciones, el tenista de 31 años reconoció que no tiene "nada que soñar ni que pedir" más allá de estar sano, algo clave en su carrera junto al espíritu competitivo.