"La experiencia de mi vida". Marta Fraga lo dice rotundamente, sin pensárselo demasiado, cuando se le pide que resuma sus cuatro últimos años en Estados Unidos. Allí estudió su carrera de Psicología mientras jugaba al voleibol en los equipos de las tres universidades por las que pasó, en Florida, Georgia y Michigan. Ahora, esta coruñesa de 22 años acaba de regresar a casa, donde continúa formándose, matriculada en un máster en Santiago, y también con presencia en las pistas en las filas del Zalaeta, club en el que se había formado y con el que ya ha iniciado la liga en Superliga2 femenina. "Me fui hace cuatro años, de forma muy precipitada. Es una decisión muy importante, pero lo recomiendo completamente", asegura.

"Regresé a casa por no querer estar tan lejos, pero no descarto volver en un futuro", anuncia. Porque Estados Unidos es algo así como el paraíso para los deportistas. "Allí somos una prioridad. Puedes registrarte en las clases que quieres, sin miedo a que no va a haber sitio para ti porque hay reservadas plazas. Te ponen un coordinador que te ayuda a compaginar los estudios con los entrenamientos y hay flexibilidad de horarios", enumera entre las ventajas que ofrece el sistema americano, a años luz del español. "Además allí hay un gran reconocimiento a los deportistas, que están muy bien vistos. Y hay muchísima afición que apoya en todos los partidos del equipo de la universidad", añade.

Se marchó animada por la también coruñesa Antía Rodríguez, que había fichado por el Hillsborough Community College de Tampa -Rodríguez sigue en Estados Unidos una vez finalizados sus estudios y es la entrenadora asistente en el equipo de esta universidad-. En cuatro años, pasó por tres estados diferentes, Florida, Georgia y Michigan. Eso le dio "más diversidad", porque estuvo en los polos opuestos del país, sobre todo a nivel de clima. "En Florida, muchísimo calor. En Michigan, con nieve casi todo el año", dice. Algo que le daba también una cultura y una personalidad antagónicas.

A nivel deportivo, las experiencias también fueron diversas. "Los mejores años fueron los dos primeros, en Florida, sobre todo el primero", recuerda. De ahí pasó a no sentirse cómoda en Georgia y pedir el cambio para irse el último año a Michigan. "Era muy arriesgado, no es fácil cambiarse por solo una temporada, pero tenía problemas y lo necesitaba". A nivel global, la coruñesa valora sobre todo la filosofía y la disciplina que le inculcaron allí: "No creo que haya aprendido nada que no supiera ya de aquí. Pero sí a nivel de filosofía, estrategia y modo de juego. Y sobre todo, a poner por delante de todo el deporte. Allí a nadie se le ocurriría, por ejemplo, faltar a un entrenamiento".

Ahora lo tiene que aplicar en su equipo de siempre, el Zalaeta. La vuelta a casa está siendo fácil. "Es genial estar de vuelta con la familia, los amigos... así es fácil", confiesa. También al club colegial, aunque se lo haya encontrado muy cambiado. "Fue un shock, solo quedan tres o cuatro jugadoras con las que había jugado hace cuatro años", apunta. El que no cambia es el entrenador, Jorge Barrero: "Me ayudó mucho cuando decidí irme y siempre supe que si volvía a España, sería para volver a jugar con él".