La dificultad que tiene el Liceo para hacer gol es inversamente proporcional a la facilidad con la que los rivales le pillan a la contra. Si a esto unimos las siempre discutidas decisiones arbitrales hacen un cóctel explosivo con resultado de derrota. La victoria del Vilasana es indiscutible, 1-4, aunque no fuese ni mucho menos el dominador del partido. Para las verdiblancas es otra jornada perdiendo pero con matices. Marcaron primero, por medio de Naiara Vaamonde, pero el árbitro no dio por válido el gol porque consideró que la bola no había sobrepasado la línea. Después marcaron las visitantes pero se reclamó altura. El 0-2 llegó tras un penalti que grada y jugadoras creían fuera del área. Y otro dato: hasta 40 minutos estuvo el Vilasana sin que le pitasen una falta en contra.

Cuestiones externas aparte, el problema del Liceo no son los árbitros ni su juego, sigue siendo el gol, la falta de definición. Pero es que no se puede marcar si no se tira a portería. La frase parece una obviedad, pero las verdiblancas lo hacen todo bien menos eso. En los metros finales marean la perdiz, dan siempre un pase más, se pierden. Y precisamente los partidos los gana el que marca más goles. No dan puntos por la mejor diagonal o por grandes regates.

Victoria Porta fue letal. Ella marcó la diferencia. Anotó los tres primeros goles, dos en la primera parte, con polémica. Y el tercero en la recta final cuando el Liceo era el único que jugaba, prácticamente contra un frontón. Stanis les pedía a las suyas que no bajaran los brazos, que lucharan hasta los últimos segundos. Pero les llegó un nuevo golpe en una contra de la portuguesa Sá Vieira. Lucía Paz maquilló el resulto. E incluso se creyó en la remontada. María Sanjurjo entonces falló una directa. Y volvió el gafe de cara a gol.