El Madrid firmó su mejor partido de la temporada, con un recital de fútbol en un primer acto majestuoso en el que atropelló al Sevilla con una manita de goles, lanzando el esperado mensaje de resurrección en Liga del vigente campeón, antes de marcharse a por la conquista del Mundial de Clubes.

La alegría y el orgullo regresaron a un Santiago Bernabéu que asistió a la recuperación de la identidad perdida de su equipo, con un fútbol vertical y de fantasía que convirtió en equipo menor a un Sevilla superado. Son las cosas del fútbol, cuando los focos se ponían en las ausencias defensivas de Zinedine Zidane y la falta de pegada, un vendaval maravillaba al madridismo.

Y llegaba con bajas de la importancia de Ramos, Carvajal, Casemiro y Bale, con Isco en el banquillo y jugadores de la segunda unidad que levantaban dudas, mostrando un nivel magnífico. Asensio, inspirado, metía la velocidad que pedía el juego del Madrid. Achraf fue una bala en la derecha, Vallejo firmó un partido repleto de acierto y anticipación en el centro de la defensa y el resto volaron.

Cumplieron la primera premisa de Zidane, salir con intensidad y ya a los tres minutos estaban por delante del marcador. Rico había realizado la primera parada, intuyendo la que le venía encima con el disparo de Lucas Vázquez, cuando al saque de esquina se molestaban Kjaer y Muriel. El rechace caía en bandeja a Nacho para abrir la goleada y poner todo de cara.

Pocos partidos esta temporada jugó el Madrid con viento a favor en el Bernabéu. El intento de reacción sevillista fue un espejismo. Jesús Navas, que se convertía en el jugador con más partidos de la historia del Sevilla, buscaba las cosquillas a la espalda de Marcelo pero era un plan trabajado en esta ocasión por Zidane.

El paso a 4-4-2 con extremos permitía a Achraf y Marcelo tener siempre la ayuda de Lucas y Asensio ante la calidad de Nolito y Navas. En ataque voló el Madrid con la alta velocidad que imprimió a la posesión de balón. Kroos mordía en la presión a Banega y con el cerebro del Sevilla tapado, su equipo desapareció.

En una semana en la que Ronaldo recibió su quinto Balón de Oro y firmaba un récord histórico en Liga de Campeones, el portugués saltaba al césped liberado de esa presión convertida en ansiedad que le atenazaba en Liga. En ocho minutos marcó los mismos goles que en todas las jornadas anteriores.

Asensio estaba en todo y se divertía. Lo mismo sacaba un centro, que remataba de cabeza, que se descolgaba por el centro y rompía líneas para ver el desmarque de sus compañeros. Todo un lujo.