A Ernesto Valverde también le funcionó el guión, ese que le ha servido para ganar casi todos los partidos con un fútbol escasamente brillante, para volver a asaltar el Santiago Bernabéu y dar un golpe de autoridad en la Liga. El Barça aburrido de Valverde contemporizó en el primer tiempo y se tiró a la yugular del Madrid tras el descanso con su fútbol de siempre, ese somete al rival a partir del balón. Mientras que Valverde sale tan reforzado como su equipo, el resultado y el desarrollo del Clásico dejan en muy mal lugar a Zidane. El francés renunció al "once de Cardiff" para intentar desactivar a Messi con Kovacic, como en la Supercopa. Con el croata y Casemiro en el eje, el Madrid controló el partido durante 45 minutos, pero sin Isco le faltó la magia que le distinguió en el final de la pasada temporada. El Madrid presume de no haber perdido una final desde hace 17 años, pero lo de ayer fue lo más parecido al cierre de una racha. Con 14 puntos de desventaja ante este fiable Barça, la Liga parece una quimera.

Las alineaciones parecían tan cantadas que cuando cantó la suya Zidane pareció jugársela a todo o nada. Si le salía bien la entrada de Kovacic, una medalla más en su prestigiosa pechera. Si le salía mal, un borrón en uno de esos partidos que suelen tener consecuencias. Como Valverde no tocó nada, el primer golpe psicológico fue azulgrana en un escenario donde algunos de sus antecesores se habían arrugado. Y eso que en un primer momento el impulso y la convicción, por encima de las cuestiones tácticas, volcaron el juego hacia el área azulgrana.

La entrada de Kovacic tenía un matiz respecto a la Supercopa. En vez de centrarse en Messi, el croata fue un elemento clave de la presión adelantada del Madrid, secando la fuente del inicio del juego azulgrana, Busquets. El Barça se vio tan exigido durante un cuarto de hora que abundaron los lanzamientos en largo hacia ninguna parte. El Madrid no sacó partido de esa puesta en escena porque Cristiano Ronaldo remató al aire tras una internada de Kroos por la izquierda. Esa jugada, la de mayor peligro hasta entonces, acabó con un cruce providencial de Iniesta que evitó lo que parecía gol seguro de Carvajal.

El sacrificio de Iniesta, al que se le veía más por el área propia que la rival, era un síntoma de la marcha del partido. Pero poco a poco, con esa seguridad que poco a poco se ha ido ganando el Barça postridente, el partido se fue equilibrando. Hasta que, cerca de la media hora, encontró el recurso habitual para hacer daño. Messi se escoró a la banda derecha para, con un pase milimétrico, dejar a Paulinho mano a mano con Keylor Navas. Acosado por Sergio Ramos, en brasileño apuró un remate fuerte, pero centrado, al que respondió el portero con un paradón.

Siguió el 0-0, pero fue como si le quitasen el freno de mano al partido. Dos minutos después, Cristiano recordó viejos tiempos con una estampida por la banda izquierda que acabó con un disparo cruzado que Ter Stegen desvió a córner con el pie. El duelo de porteros también estaba empatado y así siguió hasta el descanso, aunque con un susto por cada lado. Porque Navas volvió a interponerse en otra conexión Messi-Paulinho, esta vez con un cabezazo en plancha. Y porque Benzema, ágil en la combinación, siguió negado en el remate al enviar al poste un cabezazo a centro de Marcelo.

Los dos equipos se fueron al descanso con razones para el optimismo, pero lo que ocurrió nada más ponerse el balón en juego recordó tiempos no muy lejanos de autoridad barcelonista en el Bernabéu. Los jugones azulgrana empezaron a sortear la presión, ya menos convincente del Madrid, y el partido empezó a tener un solo color. Jordi Alba, tan comedido en el primer tiempo, ya avisó a los siete minutos con una excursión que acabó con pase atrás a Luis Suárez y remate fácil para Keylor Navas.

Poco después, la jugada clave del Clásico. Y el mejor ejemplo de la cuerda floja en la que se mueven estos partidos. A dos metros de su área, Busquets probó la voracidad de tres madridistas, que le rodearon para buscar un robo que podía ser letal. Arriesgó Busi, amagó un par de veces hasta encontrar una salida con Rakitic, que progresó a campo abierto. Pasada la línea central, Kovacic amagó con salir al paso, pero prefirió cumplir órdenes y seguir a Messi. Así que Rakitic abrió a Sergi Roberto, que dio el pase definitivo a Suárez, matador. El 0-1 también dejó en mal lugar la elección de Zidane, que estaba a punto de activar el plan B cuando recibió el golpe definitivo. El Barça estaba jugando a placer, gustándose y rondando el segundo, que llegó con suspense. Porque Messi habilitó por dos veces a Suárez, que primero se encontró con Keylor y después con el poste. Paulinho aprovechó el rechace para cabecear a gol, que evitó Carvajal con la mano. Penalti y expulsión. Messi despejó dudas con un lanzamiento impecable.

Obligado a un cambio de planes, Zidane recompuso el equipo con Nacho por Benzema. Y, en pleno rondo azulgrana, apostó por la dinamita de Bale y Marco Asensio, ampliando la frustración de Isco. Los cambios y la relajación del Barça permitieron poner el foco sobre Ter Stegen, que evitó el 1-2 con paradones a Bale y Ramos. El partido se abrió tanto que el Madrid también se expuso a una goleada. Llegó el tercero, en el último suspiro, después de que Leo Messi rescatase un balón que se perdió por la línea y, tras sentar a Marcelo, invitase a Aleix Vidal a la fiesta del Clásico.