Fran García cambió esta temporada las tarjetas y el silbato por el stick y los patines. El coruñés, considerado mejor árbitro de la OK Liga, dominador del ranking nacional durante muchas temporadas junto a su compañero Óscar Valverde y que acaba de recibir el premio del Deporte Galego al mejor árbitro de 2016, pidió una excedencia después de pitar los World Roller Games de Nanjing (China) para dedicarse a su familia y aplaca el mono de las pistas con los veteranos del Club Hockey Oleiros. Con el cambio de rol, en vez de mostrar azules, las recibe. Ya lleva dos. "Pero por lances de juego, no por protestar", se apresura a aclarar. Lo que no despeja es su futuro. No sabe si volverá a arbitrar, si le renacerán las ganas o la retirada será definitiva pero sí, que seguirá ligado al deporte al que ha dedicado su vida.

"De momento estoy en excedencia", dice. Los motivos, tres. El principal, pasar más tiempo con la familia. "Pero también hay un condicionante de cansancio, demasiados viajes, y de desmotivación con la OK Liga. No tiene suficiente atractivo", revela. Además, la excedencia le permite volver a calzarse los patines, que era una de sus ansias. "Ya quería haber empezado a acudir a las pachangas que había el año pasado, pero no me podía arriesgar a una lesión", sostiene. Da la casualidad de que García fue uno de los más firmes defensores de la necesidad de una liga de veteranos. Había organizado varios torneos y ahora otros cumplieron su sueño que puede disfrutar desde dentro.

Ya sabía lo que era ser jugador, pero en esta segunda etapa han cambiado muchas cosas. "Es diferente porque arrastro una trayectoria de muchísimos años como árbitro y parece que estoy mirado con lupa. Si eres un árbitro parece que no puedes protestar", reconoce. "No se debe protestar", puntualiza, "pero si lo haces, para algo está el árbitro para sancionarte". Con el respeto siempre por delante: "El temperamento de uno es el que es y a veces el conocimiento del reglamento te hace ver más injusticias o errores. Pero son protestas controladas porque para mí los árbitros siempre tienen la razón".

Los que ahora le pitan eran sus compañeros hasta hace unos meses y pueden seguir siéndolo si decide volver. "Son mis compañeros y los respetaré como compañeros que son", dice. Pero su condición como árbitro no le otorga beneficios. "Me pitan exactamente igual, yo soy uno más. Sí es cierto que son compañeros y amigos... pero no veo un trato diferente con respeto a los demás. Incluso puede que me piten más", bromea. De hecho, arrastra dos azules en los cuatro partidos que ha disputado con el Oleiros. "Una tarjeta no es un estigma. A veces hay que forzarlas incluso".

Como jugador, Fran García vive una segunda juventud. Junto a él, un equipo muy variopinto, con dos estrellas como Willy Duarte y Facundo Salinas, un exportero reconvertido a jugador como Willy Domínguez y otro árbitro, Quique, sobre la pista. "Somos los más veteranos de la liga. Lo estamos pasando muy bien y de eso se trata", explica. Él es un firme defensor de la importancia de la liga de veteranos: "El pabellón de Oleiros se llena cada partido y somos una referencia para los niños. En ese sentido tenemos todavía que depurar la faceta del comportamiento en pista".

Pero la relevancia va más allá. "Tengo amigos con los que hice hockey que sus hijos no han visto ni un partido. Eso hay que hacérselo mirar. Ahora habrá muchos niños que empiecen a jugar porque sus padres se han vuelto a poner los patines". El número de exjugadores es, además, enorme. "En el colegio hubo una época en la que llegamos a tener hasta el alevín H. Estamos hablando de unos 600 jugadores por temporada. A poco que el diez por ciento de ellos siguieran ligados al hockey, ya estaríamos hablando de llenar el Palacio de los Deportes", argumenta. Para García, una de las claves es que todos esos jugadores se desvincularon por no existir la categoría de veteranos. Lo que ya no sucederá más.

Mientras juega, no piensa en volver a arbitrar, ni siquiera con la posibilidad de llegar a los World Roller Games de Barcelona en 2019 y retirarse allí por todo lo alto. "En Barcelona voy a estar sí o sí, como árbitro o como público. De la Federación me llaman casi todos los meses por si me he replanteado mi posición", asegura. Pero para el coruñés, "todo en la vida tiene un principio y un final". Los árbitros tienen que retirarse forzosamente a los 52 años. Con 47, todavía le quedaría cuerda, pero a veces no es una cuestión de edad: "Yo veo que el final está próximo. Hubo grandes árbitros y nunca entendí por qué acababan mal su carrera por intentar alargarla. No hay que forzar la situación y hay que saber decir que hasta aquí".

Si finalmente pone punto y final a su carrera arbitral, de 30 años, recuperará otras facetas porque en el hockey sobre patines lo ha hecho casi todo. "Me falta ser presidente", se ríe. Fue profesor de psicomotricidad, entrenador, árbitro y jugador en una de las épocas más bonitas del Liceo. "Llegué a estar en División de Honor con Willy Duarte, Fernando Pujalte, Joan Carles, Toni Rovira, Roberto Roldán y, sobre todo, Daniel Martinazzo. Fue un lujo compartir pista con él", recuerda. Ahora, además de jugador, se estrena como delegado en Compañía de María. El hombre hockey total.