Anna Montañana se convirtió esta semana en la primera mujer en entrar en un cuerpo técnico de un equipo de ACB, el del Fuenlabrada -Carme Lluveras había estado en 2005 en el de Unicaja, pero de forma voluntaria-, una barrera que Iria Uxía Romarís sobrepasó hace cuatro temporadas en LEB Oro, las que lleva en el banquillo del Leyma Coruña como asistente, antes de Tito Díaz y ahora de Gustavo Aranzana. "Me gustaría que ser mujer y entrenar a un equipo no fuera noticia", asegura. "El hecho de que lo de Anna Montañana haya tenido tanta repercusión significa que todavía no lo vemos como algo normal", añade. Para ella el camino no fue fácil, pero espera que ejemplos como el de ella o el de la propia Montañana sirvan para que muchas otras no se encuentren con las mismas trabas y "las niñas vean que ser entrenadora también es una opción".

Iria Uxía se mueve en un mundo de hombres. ¿Pero quién dijo que entrenar sea cosa del género masculino? Hasta el momento son pocos los casos como el de ella, como le ha tocado ir comprobando a lo largo del camino. Estudió INEF e hizo la maestría de Baloncesto, en la que era la única mujer. En el curso de Entrenador Superior, la proporción era de casi 200 a 9. En LEB Oro es la única y estaba también sola en todo el baloncesto profesional nacional -las tres primeras categorías- hasta la llegada de Montañana al Fuenlabrada. La entrenadora naranja comenzó en las categorías base del Básquet Coruña pero después se tuvo que ir a Cambados, donde estuvo tres temporadas en el cuerpo técnico del Xuven, las dos primeras en EBA y la última, en LEB Plata. Después regresó a A Coruña, donde ya lleva cuatro años. "Me ocupo de traducir las instrucciones de Aranzana a los jugadores que no entienden castellano y también organizo los ejercicios y hago correcciones, sobre todo a nivel defensivo", comenta sobre sus cometidos. Pero el que le ocupa más horas es el scouting: "Analizo las características individuales de los rivales y le doy la información tanto al entrenador como a los jugadores".

"Para mí no ha sido un camino fácil", dice rotundamente, sin rodeos, pero sin caer en el victimismo. "Solo por el hecho de ser mujer se te cierran puertas antes de siquiera llegar a valorar tu capacidad, formación y experiencia", se queja. Lo más difícil es encontrar a alguien que dé una oportunidad, una vez dentro las cosas ya van rodadas. "No tengo ninguna queja en el día a día con los jugadores y los otros entrenadores del Leyma. Siento una actitud hacia mí de total normalidad por parte de ellos", precisa.

Normalidad que no existe desde fuera porque al ser tan pocas las mujeres en los banquillos -ya no solo en los de equipos masculinos, sino también en los femeninos-, cada vez que surge el caso de una, tiene mucha repercusión. "A mí al principio me molestaba. No quería ser noticia por eso. Prefería que mi presencia se viera con normalidad", reconoce. Pero ahora se da cuenta también de la importancia de dar visibilidad a la situación. "Si hay más entrenadores que sea porque hay más, no porque nosotras no hemos tenido las mismas oportunidades. Para acceder a un trabajo lo que se debe valorar es tu capacidad, no si eres hombre o mujer", finaliza.