Catorce años después, el Liceo vuelve a una final de la Copa del Rey. Allá por el 2004 los verdiblancos disputaron la última, que además ganaron frente al Igualada. Esta noche (20.00 horas) volverá a luchar por ser campeón tras imponerse ayer precisamente al Igualada por 2-1. Fin a la maldición de las semifinales. Con sufrimiento y tensión. Con cabeza y corazón. Segundo paso dado. Solo falta el tercero, el más complicado, pero también el más satisfactorio. El conjunto coruñés se enfrentará al Barcelona, que ayer eliminó en la segunda semifinal al Reus (3-1). Todo el favoritismo para los culés, que han ganado las dos últimas ediciones de la competición. Pero toda la ilusión y la esperanza para el Liceo cuyo cuerpo técnico y jugadores están convencidos de que ha llegado su momento.

Abonado al sufrimiento, el partido de semifinales del equipo verdiblanco siguió un guión muy similar al de cuartos de final contra el Lloret, aunque con más tensión y suspense. Porque el conjunto anfitrión apenas creó peligros pero el Igualada sí hizo daño y no permitió la relajación hasta que quedaban cinco segundos de juego. También como el jueves, los tres goles del partido se marcaron en la primera parte. También el Liceo marcó pronto para regalarse tranquilidad. Primero César Carballeira en una contra de dos para uno en la que David Torres supo asistirle en el momento preciso. Era el minuto seis. Dos después Eduard Lamas se aprovechó de que Elagi Deitg estaba cubriendo el primer palo para batirlo con un tiro cruzado y picado por el segundo.

Parecía que iba a ser una semifinal plácida. Pero con el penalti a 47 segundos para el descanso, transformado por César Vives, lo cambió todo. Un árbitro había señalado booling y finalmente prevaleció la opinión del que había señalado la pena máxima por retención de la bola de Xavi Malián. Con el subidón del 2-1 prácticamente en el descanso, el llamado gol psicológico, la dinámica ya no fue la misma en la segunda parte. Los verdiblancos tenían más que perder y los arlequinados, mucho que ganar. Con cabeza, los jugadores de Juan Copa no arriesgaron, se estrellaron tres veces contra el palo -César Carballeira, David Torres en una directa tras la azul al entrenador Ferrán López y Martín Payero-, y solo las faltas -a cuatro para la bocina se pusieron con nueve, con la amenaza de una falta directa- y la tarjeta azul a David Torres supusieron un contratiempo que Xavi Malián atajó para completar dos partidos de intervenciones mágicas. Como en el Mundial del pasado verano con la selección española. Y allí también fue campeón.

En la final, tendrá un duro rival en la portería, sea Sergi Fernández, que ayer solo recibió un tanto del equipo más goleador y secó al pichichi Raúl Marín -40 en 18 encuentros de liga- o Aitor Egurrola, el señor de los títulos, los elegidos para jugar. Seguramente son tres de los cuatro mejores porteros del mundo y ellos marcarán la pauta. Teóricamente. Para romperlo habrá mucha calidad sobre la pista. La del Barcelona es una plantilla sin fisuras, completa de principio a fin donde el coruñés Ignacio Alabart, canterano de Compañía de María, ha conseguido hacerse un importante hueco tras su cesión al Voltregá. La conexión argentina Pablo Álvarez-Lucas Ordóñez-Matías Pascual, los tres ex del Liceo, la veteranía de Sergi Panadero y Marc Gual, la explosividad de Xavi Barroso y Pau Bargalló como director de orquesta. Reto de órdago.

Esta temporada Liceo y Barça solo se han visto las caras una vez, en la primera vuelta de la OK Liga, con triunfo azulgrana por 3-1. La última final que disputaron ambos, la Supercopa de España de la temporada 2015-16, también cayó del lado culé en los penaltis, aunque no hay que remontarse mucho para recordar la última gran victoria verdiblanca en una final contra el Barça. Fue en la temporada 2011-12, cuando los coruñeses levantaron la Champions, segunda seguida, con triunfo por 2-4.