El eslovaco Peter Sagan, triple campeón del mundo en ruta, hizo brillar el maillot arco iris como vencedor de la 106 edición de la clásica de las clásicas, la París Roubaix, tras una exhibición que le permitió levantar los brazos tras 257 kilómetros de recorrido, 54 de ellos por tramos adoquinados.

Sagan, de 28 años, conquistó su segundo gran monumento tras el Tour de Flandes 2016 fiel a su estilo atacante y demoledor, superando en un mano a mano final en el velódromo al suizo Silvan Dillier, protagonista de la primera escapada y compañero de aventura del eslovaco en los últimos 53 kilómetros, donde resolvió la prueba.

El campeón del mundo resolvió dentro del velódromo con facilidad, con un arranque imposible para Dillier. Levantó los brazos como rey del Infierno del Norte con un tiempo de 5h.54.06. La tercera plaza fue para el holandés Niki Tersptra, a 57 segundos, y la cuarta a más de un minuto para el defensor del título, el belga Greg Van Avermaet.

"Esto es increíble. Este año no he tenido ningún accidente y nunca me cansé, ahorré energía y luego di un paso adelante para atacar y seguir avanzando hasta el final. Estoy menos cansado que otros años", señaló el triple campeón mundial en la meta del velódromo de Roubaix.

Un hecho histórico para el ciclismo, pues desde 1981 ningún corredor ganaba la Roubaix con el maillot de campeón mundial. El último en lograrlo fue el francés Bernard Hinault en 1981, cuando se impuso al esprint a De Vlaeminck y Moser. Sagan pone su nombre como campeón del mundo y de la reina de las clásicas junto a los de Marcel Kint, Rick Van Looy, Eddy Merckx y Francesco Moser.

La clásica de las clásicas tuvo emoción desde el banderazo. La escapada se formó hacia el kilómetro 60 con una decena de corredores, entre ellos el debutante español Marc Soler, quien se unió al grupo que completaban Bystrøm, Dillier, Robeet y Duquennoy, Wallays, Soupe, Smukulis y Thomson. Un grupo nutrido que afrontó con entusiasmo los primeros tramos adoquinados mientras que los favoritos aguardaban en el momento de mover la carrera. No faltaron los sustos nada más aparecer el pavé, pues el belga Michael Goolaerts sufrió un paro cardíaco en el sector de Briaste y hubo de ser reanimado en la carretera antes de ser trasladado al hospital en estado grave.

Con la carrera lanzada la batalla se fue haciendo más cruenta con el paso de los kilómetros y la llegada de los adoquines. A 100 de meta la ventaja de la fuga era de 2.40 minutos, pero las fuerzas se iban minando, de manera que la aventura fue reduciendo unidades.

Hubo muchos ataques hasta que llegó el turno del maillot arco iris, que se encendió, y de qué manera, a 53 kilómetros de meta con el salto incontestable de Peter Sagan en el tramo de Bersée. El Bicho se unió a Bystrøm, Wallays y Dillier, los últimos supervivientes de la fuga inicial y entonces empezó la historia feliz para la estrella eslovaca, quien asumió la dirección de la escapada definitiva. Con el paso de los kilómetros se quedó solo con el suizo, que hizo la carrera de su vida.