"Cuando mis compañeros de equipo nuevas se enteran de que tengo un hijo, no me creen hasta lo ven con sus propios ojos, aún no conocí la primera que lo viera como algo normal", dice Lucía Fernández Caamaño, jugadora del equipo del Maristas que milita en la liga autonómica. Y es que todavía hay quien se echa las manos a la cabeza y se escandaliza porque se atreviera a volver a las pistas después de su maternidad. Ella habla claro: "Por eso hay esa discriminación con las mujeres deportistas y madres, que muchas veces pierden la beca por falta de resultados durante el tiempo que tienen que estar paradas. Por este tipo de pensamientos las ayudas a la maternidad en el deporte prácticamente son inexistentes. La sociedad sigue teniendo en la cabeza que una vez que eres madre, a poco más te puedes dedicar, solo a ejercer de ello. Parece que pierdes todas tus cualidades y atributos una vez que pasas esa barrera, cuando para mí es todo lo contrario, pues creo que te vuelves mucho más fuerte si cabe".

Su hijo Xián ya ha cumplido los 5 años y ella, con 33, sigue disfrutando de su deporte como el primer día. "Me gusta porque al ser un deporte de equipo, te tienes que apoyar mucho en tus compañeras y depender de ellas para casi todo. Llevo en el baloncesto desde que tengo uso de razón, solo paré durante dos años para tener el niño", recuerda sobre su pasión. Cuando regresó, todo seguía igual. "A nivel físico me costó un poquitín, pero me volví a acostumbrar, me contagié de la juventud de las compañeras", bromea. Tampoco cambió su juego. "Ni soy más relajada ni voy con más cuidado, eso es innato en una", continúa aunque sí reconoce algo que ha aportado la maternidad en su segunda etapa como jugadora: "Tengo más capacidad de adaptación al juego de las compañeras, sobre todo en un equipo con edades tan diferentes".

Son un equipo tan unido que hasta tuvo que tirar de él para poder compaginar todo y Xián vio algunos entrenamientos e incluso algún partido que otro desde el mismo banquillo. "Tengo que tirar de ayuda de todo tipo, la familia, los amigos e incluso el equipo", desvela sobre sus secretos para la conciliación de trabajo, deporte y maternidad. El que está más encantado es el pequeño, convertido en una especie de mascota del vestuario. "Le gusta muchos vernos jugar y lo bueno es que juguemos mal o bien siempre nos dice que lo hicimos estupendo, así que con esa actitud nos sube la moral a todas", cuenta. Solo hay una cosa que no le gusta: "Cuando nos riñe la entrenadora, aunque sea con razón". El seguidor más especial del equipo.