Pocas derrotas suman, pero la de anoche quizá sea una de ellas. El Deportivo dio guerra al Barcelona hasta el pitido final, derrochando valentía, coraje y fe por igualar un partido que parecía sentenciado a las primeras de cambio. El arrojo que mostró en la segunda mitad maquilla las carencias, sobre todo defensivas, y aumenta la autoestima y la confianza de cara a los partidos que se avecinan, empezando por el del próximo sábado en Vigo.

Tiene mucho mérito hacerle cuatro goles al todopoderoso Barça, algo que nadie lograba desde que el Atlético lo hiciera el 1 de marzo de 2009 (4-3). El equipo catalán acabó embotellado en su área y pidiendo la hora después de quedarse con un hombre menos tras la expulsión de Mascherano. El Dépor demostró que tiene carácter, pero de salida volvió a acusar unas carencias defensivas bastante grandes. En parte, porque fue poco compacto y demasiado blando. Solo cometió tres faltas en los primeros 45 minutos, que luego se compensaron con las nueve que hizo en la segunda mitad.

De estar casi muerto con el 0-3 en apenas un cuarto de hora, el Dépor se rehízo y acabó acariciando el empate. No sumó por cuarta jornada consecutiva, pero se marchó de Riazor con la cabeza bien alta, al igual que su afición. El próximo sábado, en Balaídos, tendrá una gran ocasión para cerrar su racha negativa. Luego el calendario se suavizará ante Mallorca, Zaragoza y Levante, tres adversarios ante los que el equipo coruñés espera hacerse con un botín suficiente de puntos que lo sitúe en una posición más confortable, fuera de los puestos de descenso.