El Deportivo se marchó de Balaídos con un sabor agridulce. Todo lo que sea puntuar en Vigo siempre es positivo para sus intereses, aunque ayer desperdició una gran oportunidad para dar un golpe sobre la mesa ganando en el campo del Celta. Hizo lo más difícil, levantarse cuando peor estaba y lograr el empate, pero no fue capaz de marcar el segundo ante un rival que jugó 40 minutos largos en inferioridad numérica por la expulsión de Cabral. Quizá fue el miedo a ganar lo que impidió a los coruñeses completar la remontada. El empate rompe la racha de cuatro jornadas seguidas sin sumar, pero el regusto que deja no es del todo dulce.

No le importó a los celestes entregarle el balón al rival. Salieron con la lección bien aprendida, sin sobreexcitación, como quería su entrenador, Paco Herrera. El exceso de ganas les pasó factura la pasada temporada, tanto en Riazor como en Balaídos, y los vigueses no estaban dispuestos a que se repitiera la misma historia. Por eso se armaron bien atrás y esperaron al equipo coruñés, con mucho balón pero sin apenas profundidad. Ocho minutos le duró al Dépor ese dominio aparente, los que tardó Aspas en aprovechar un error defensivo para cabalgar sin oposición hacia Aranzubia. El riojano desvió el balón inicialmente, pero Bermejo no perdonó y aprovechó el rechace para firmar el primero de la noche.

El gol vigués descompuso por completo al Deportivo, desaparecido en ataque y superado una y otra vez en defensa. El derbi estaba en manos del Celta, cada vez más cómodo sobre el terreno de juego y con ocasiones como para abrir aún más brecha en el marcador. Llegaba en oleadas constantes, sonrojando una y otra vez a la superada zaga coruñesa. Cabral perdonó el 2-0 en el minuto 14 e instantes después fue Aspas el que acarició el segundo. El moañés, desaparecido en los dos derbis del curso pasado, sí entró mucho en juego esta vez. Fue una pesadilla constante tanto para Laure como para Marchena y dio vida a su equipo para lanzarse arriba en busca del segundo. El Dépor, mucho más preocupado de defender que de atacar, apenas daba señales de vida en campo contrario. Una falta directa lanzada fuera por Riki fue la única aproximación hasta el tanto de Juan Domínguez.

Llegó en el 29, justo cuando peor estaba el Deportivo. Lo culminó el canterano, pero lo parió Valerón con una de sus genialidades. Cada vez las espacia más, pero de vez en cuando, como anoche, sirven para cambiar por completo el guión de un partido. Su exquisita asistencia a Domínguez supuso el 1-1 y dejó noqueado al Celta. De pronto le entraron las dudas después de haber jugado a placer durante casi media hora y el Deportivo aprovechó el último cuarto de hora del primer acto para merodear cada vez con más intención el área celeste. Otro buen pase de Valerón, esta vez a Pizzi, le metió aún más miedo en el cuerpo a los vigueses, que respondieron con un cabezazo de Oubiña a la salida de un córner.

Todo quedaba pendiente para la segunda parte y ésa era la mejor noticia para el Deportivo. Por lo menos estaba vivo. Con lo que no contaba era con que iba a jugar en superioridad numérica durante casi toda la segunda mitad. La expulsión de Cabral, en el 51, ponía el partido de cara para el equipo coruñés. Pizzi sacó la falta y acarició el segundo, aunque el Celta también tuvo sus llegadas claras por mediación de Krohn-Dehli, primero, y Aspas, poco después.

No se conformó el equipo vigués. Se recompuso atrás y trató de explotar su velocidad para salir a la contra. El partido se convirtió en un toma y taca frenético, un ida y vuelta constante sin demasiado control. Le faltó al Deportivo algo más de aplomo en la zona ancha para combinar con paciencia en busca de los espacios. Tenían que aparecer a la fuerza, aunque el equipo coruñés no llegó arriba con fluidez sino a base de arreones. Como los de Pizzi, bullicioso pero también algo alocado. O alguno de Oliveira, quien casi marcó de cabeza a veinte minutos de final. Fogonazos del Dépor y algún chispazo del Celta. Incluso llegó a marcar Túñez, aunque en fuera de juego. Mucha emoción y poco control del juego por parte del equipo coruñés. Le faltó un punto más de valentía para irse arriba de forma más descarada y aprovechar su superioridad numérica. No supo leer bien el partido contra diez y se estrelló una y otra vez contra la ordenada defensa celeste.