Esta vez no se le puede reprochar nada al Deportivo. Únicamente el despiste colectivo en el 0-1. Se vació e hizo todo lo humanamente posible por remontar el gol de Martins pero la mala suerte, unas veces, y la excesiva ansiedad, otras, condenaron a la derrota al equipo coruñés, víctima de una cadena de desgracias que comenzó muy pronto, con las tempraneras lesiones de Marchena y Zé Castro. Tampoco ayudó la desquiciante actuación de Pérez Lasa, un viejo sheriff con demasiadas ganas de protagonismo, ni el infortunio de Riki desde el punto de penalti.

No engañó a nadie el Levante. Hizo lo que mejor sabe: armarse bien atrás, con paciencia, a la espera de encontrarse con una de esas oportunidades que no suele desaprovechar un delantero como Martins. Falló la primera porque se entretuvo demasiado y Laure anduvo rápido (m.18). En la siguiente, el nigeriano no perdonó. Le bastó con recoger un pelotazo en largo de Munúa para cabalgar hacia portería y firmar el 0-1 (m.40). Excesiva la pasividad defensiva del equipo coruñés y premio gordo para el conjunto granota, acostumbrado a sacar petróleo de ese tipo de acciones. Puro fútbol primitivo. Directo, sin combinar lo más mínimo. Pero efectivo, que es lo que cuenta.

Tampoco es que el Deportivo hubiera hecho una gran primera parte, pero no merecía irse al descanso en desventaja. El Levante tenía el partido donde quería. Solo le quedaba atrincherarse aún más en su área y esperar a otro error del rival para finiquitar el encuentro con un segundo gol. Con lo que no contaba era con quedarse en inferioridad numérica nada más comenzar el segundo acto. Pedro López ya tenía una amarilla cuando tocó el balón con la mano dentro del área. Penalti y segunda cartulina para el lateral (m.53). Momento ideal para marcar un punto de inflexión con el 1-1 y creer en la remontada.

Sin Pizzi, ausente por sanción, fue Riki quien se dirigió hacia el punto de penalti. Asumió la responsabilidad convencido de marcar pese a que ya había fallado uno en la jornada inaugural, frente a Osasuna. Aquella vez optó por la colocación y se encontró con el poste. Quizá por eso ayer y prefirió la contundencia en el golpeo. Lanzó potente, pero a las nubes. Pudo enmendar su error tres minutos después con un mano a mano ante Munúa que el uruguayo salvó de forma milagrosa. De nuevo, la suerte le daba la espalda al madrileño.

El empate se le resistía al Deportivo, cada vez más volcado hacia el área rival. Un zurdazo de Ayoze y otro disparo lejano de Riki fueron las mejores aproximaciones coruñesas hasta que llegó la siguiente desgracia, en el 69, con la expulsión de Aranzubia tras una grave pérdida de Aythami en el área rival. José Luis Oltra ya había agotado los tres cambios, así que no tuvo más remedio que situar bajo los palos a un jugador de campo. Le tocó a Álex enfundarse los guantes. Con valentía y decisión, la misma que mostraron sus compañeros para irse al ataque de forma descarada.

Daba lo mismo perder por un gol que por dos o tres. Se trataba de arriesgar para sacar algo positivo. Así lo entendió el Dépor, lanzado en busca del empate. Trató de ensanchar el campo para colgar balones y también percutió por el centro. Pocos espacios encontró, los justos para generar varias ocasiones, más con el corazón que con la cabeza, pero las suficientes como para no perder. El Levante, colgado del larguero, sobrevivió de milagro ante semejante avalancha ofensiva. Laure, Bruno, Ayoze, Camuñas, Abel, Valerón, Riki, Bodipo... Hasta Aythami se sumó al ataque sin complejos. Mucha gente cerca del área rival. Y muy poca vigilando la propia. El escenario idóneo para que el Levante matara el partido a la contra. Lo hizo Barkero, con un disparo ajustado (0-2). Difícil para cualquier portero. Imposible para el bueno de Álex.

Quedaban ocho minutos para intentar el más difícil todavía. No los desaprovechó el Deportivo. Se quedó sin marcar, pero por lo menos demostró que está vivo. No bajó nunca los brazos y siguió intentándolo a su manera, sin perder la fe ni el orgullo. Bodipo, con un cabezazo que detuvo Munúa, protagonizó la última llegada con relativo peligro. El Levante aún tuvo tiempo para acariciar el tercero. Lo evitó Ayoze, providencial en el cruce ante Ángel. Hubiera sido un castigo mayúsculo para el Deportivo, que en ningún caso mereció perder.