Dejar la portería a cero se ha convertido en una misión titánica para el Deportivo, que se presentaba ante la visita del Valladolid con los seis goles en la mochila que le endosó el Atlético la jornada pasada. Demasiado peso para cualquiera dadas también las urgencias en la clasificación. El regreso de Marchena a la defensa alivió sin embargo la situación para José Luis Oltra, cansado de improvisar parejas de centrales en los últimos compromisos del campeonato.

El equipo ganó en seguridad y contundencia, precisamente los dos recursos de los que más ha carecido las últimas semanas. Se notó que Oltra ajustó algo más las líneas en la semana larga que ha tenido para preparar la visita de los vallisoletanos, pero aun así hay apartados del juego en el que el Deportivo parece incorregible.

Basta escuchar a la grada durante algún ataque del contrario para constatar que la confianza en el funcionamiento defensivo del equipo está muy resentida. En cambio, una recuperación y posible contragolpe se celebra con ímpetu para tratar de contagiárselo a los jugadores. En eso Riazor se ha acostumbrado al trajín y los arreones que hasta hace poco caracterizaban a los blanquiazules. Es lo que el técnico subrayó en su momento a pesar de los goles encajados.

Ayer la portería se mantuvo a cero por primera vez desde la victoria en casa ante el Mallorca y coincidiendo además con la titularidad de Germán Lux en Liga, hasta hace poco a la sombra de Aranzubia. Parte de responsabilidad en que no se encajasen tantos también fue del meta argentino.