El Dépor iba al matadero y acabó viéndose con el cuchillo en la mano. Ante sí, el Celta tiritando. Y no supo muy bien qué hacer. Asesino accidental y en prácticas. Por momentos, hasta los vigueses le afilaron el instrumental para su propia ejecución, la más inesperada en casi una década. Pero lo duro y lo real es que a este bisoño e inconsistente grupo de Víctor Fernández le faltó potencial: oficio y, sobre todo, maneras. Sí, casi empata. Sí, es encomiable levantarse tras un 2-8 e ir de menos a más en un partido a contracorriente. Sí, hay motivos para la esperanza como Juanfran y Hélder. El Dépor mereció un punto, pero acabó cayendo, no por la parada de Sergio, sino por sus errores e incapacidad para armarse y hacer daño. A esta ronda le invitaban y ni se la bebió. Y no es la primera que deja pasar.

El Celta fue cegador. Deslumbra. Y si lo hace es porque ha brillado. Pero el destello pudo ocultar su realidad en el derbi. Le regalaron el primer gol y luego creó más peligro por su fama que por sus méritos. Runrún. Es lo que tiene estar en forma. Intimidas. A día de hoy Nolito, Orellana y Larrivey imponen. Y el recuerdo de sus logros recientes sobreexcita y acrecienta el agobio. Pero el Celta (aún así superior, más hecho, intenso y compacto) no supo convertir su potencial en fútbol, ocasiones y diferencia en el marcador, a pesar de que el Dépor no fue una roca. Y mientras el reloj no se detenía, acabó por contagiarse del nivel y el ritmo blanquiazul. Una ración de basket control pero sin ni siquiera tener la pelota (Juan Domínguez hubiera sido clave). Confusión. El Celta perdió afilamiento, le entraron las dudas y el Dépor empezó a ganar algunos duelos individuales (Laure y Hélder) y a creer y verse en el partido. Venía de una y arrancó temiendo otra hecatombe, pero estaba en la pelea casi sin quererlo. ¿Por qué no intentarlo?

Se desperezó y mandó a la lona a un Celta aturdido, que sentía ser mejor y a la vez estaba en problemas. Postiga, la gran noticia de Balaídos, generó peligro donde no lo había e Isaac Cuenca se llevó la gloria. Golpeaba y se refrescaba un Dépor que, a pesar de no perderle la cara al derbi, confirmó en Vigo que ha dado un paso atrás. Sigue titubeando. Las virtudes vistas en Eibar (un duelo muy específico) quedaron en cuarentena ante el Real Madrid y el martes comenzaron a esfumarse, sobre todo en la primera parte. Sin Juan Domínguez y con Medunjanin apagado, el Dépor volvió a ser un equipo mal posicionado, sin portero, con una presión desacompasada y con un claro problema de falta de desequilibrio y generosidad en la zona de la mediapunta. Álex está muy solo y expuesto, y los rivales se adueñan con facilidad del juego entre líneas. Solo queda achicar. Si a este cocktail se le suman el balón parado y los incontrolables excesos de Sidnei (con su cara y cruz), hay motivos para preocuparse y también espacio para crecer y mejorar. ¿Llegará a tiempo?

A pesar de sus miserias, creció el Dépor en la segunda mitad y estuvo cerca de desnudar a un Celta temeroso y empequeñecido, al que le pesaban los siete años sin ganar un derbi. La diferencia no era tanta. Eso es lo que más le duele a una hinchada que en Balaídos volvió a dar una lección de músculo y de saber unirse en la desgracia con Medunjanin. A otros quizás les hayan valido los empates morales, pero en A Coruña no prestan. Eso sí, Riazor tiene el suficiente poso para asimilar y encajar la derrota, saber cuál es su lugar en la historia y definir objetivos: autocrítica sin fustigarse y Almería. Todo en su justa medida. Clase y sentido común.

Los hilos de Víctor

Víctor llega este domingo a una encrucijada, previa a la media montaña de Valencia y Sevilla. En un duelo definitorio, necesita hacer algunos movimientos en este juego de hilos en el que se ha convertido su proyecto en A Coruña. Cerrar su portería, armar y unir al Dépor y darle herramientas para que desequilibre. No parece una tarea sencilla y más cuando tres de tus mejores soluciones están en la enfermería: Juan Domínguez, Lucas y Salomão. Es una prueba de entrenador, de las que no engrosan el palmarés pero definen el nivel. Van más allá del estilo. Hasta ahora supo entender que la labor aseada de Álex (un pivote defensivo) era necesaria y valorar lo que tenía en casa al mantener a Laure y recuperar a Lopo. Buena señal. Llega el momento de las decisiones importantes e imaginativas de un técnico con 519 partidos en Primera. Todos tienen que dar un paso al frente. Ahora le toca a él. El Dépor necesita soluciones, que se note su mano. Y que sea antes de dos meses.