Corre, corre y no llega a ningún sitio. No es el culpable, es la imagen del desastre. Los males en el Dépor son directamente proporcionales a los kilómetros que lleve Álex en las piernas. Desesperado, siempre achicando en las malas. Y su cuentakilómetros se ha disparado. Cuanto peor defiende el equipo, cuanto más largo es, cuantas menos ayudas haya, cuanto más lo expongan, más vías de agua tiene que tapar y más castiga sus extremidades. Reminiscencias al 65% de la era Oltra y con menos dinamita. Sus esfuerzos son consecuencia de la falta de intensidad de un equipo de papel, de la inhibición de los enganches (alguno empeñado en demostrar que se puede defender por telepatía) y de la mala configuración de un once poco realista que debería haber rezumado equilibrio y frescura o, por lo menos, competitividad. Ahí se perpetuó en sus males y empezó a perder y perderse. Pudo ganarlo, casi lo empata y acabó cayendo porque se buscó su propia ruina. ¡Y cómo duele ante un equipo con el nivel justito!

Mal le irá al Dépor si se escuda en la mala suerte. Esta derrota es un gramo de arena más en el desierto de la irrealidad en la que vive. Como a todo en este club desde junio, le ha faltado realismo, pragmatismo y saber medir los tempos. Un día es un fichaje, otro una destitución, al siguiente una decisión técnica. ¿Quién sabe qué más? Víctor se refugió en las lesiones para explicar la hecatombe de la segunda parte. Sin duda es una razón, pero la inconsistencia venía del primer acto y él también propició esa situación olvidándose de las rotaciones (solo Diakité impidió el pleno) y obligando a su equipo a jugar tres partidos de ida y vuelta en una semana. Le faltó perspectiva y lectura de las circunstancias. Y persiste en el mal del nuevo rico: creerte lo que no eres, jugar a lo que no puedes. Y a veces que esta apuesta ni siquiera sea reconocible. El Dépor, sin excesos, ataca mejor que hace meses, pero sin equilibrio no vale de nada. Balas de fogueo. El estilo y la idea deben tener el sentido común como red de seguridad. Este equipo tiene matices, pero naufraga en lo básico. Más allá de los problemas físicos, los verdaderos atenuantes de Víctor son esa tendencia de algunos de sus jugadores a defender con la mirada y la mala planificación de la secretaría técnica. A los enganches de este Dépor (y a alguno más) habría que someterlos a un maratón de vídeos del Atlético de Madrid. Si en el subcampeón de Europa todos defienden como perros rabiosos, ¿qué se debería esperar de un equipo recién ascendido? Es inadmisible e innegociable. Y el cansancio de Juanfran y Hélder, algo también mitigable desde el banquillo, es directamente imputable a la Plaza de Pontevedra. Ernesto Bello y Fernando Vidal jugaron con fuego fichando el último día a futbolistas sin pretemporada y estas son las consecuencias. Miras altas, disparos al aire. Mucho buen pie, poco sentido táctico, nulas ganas de correr. ¡Qué bien le hubiera venido al Dépor haber contratado a un director deportivo!

Las mismas piedras

Y lo peor para esta afición es esa sensación de déjà vú, de ir tropezándose en todas y cada una de las piedras de hace dos años (dudas en torno al técnico, improvisación, apuesta poco realista, entrega a Jorge Mendes, tener que remontar...). La capacidad de encajar de Riazor es histórica y estoica, poco comparable a otras latitudes, pero el cansancio se palpa. Hartazgo. Un poco de realidad y coherencia para sustentar el amor por unos colores no vendrían mal. Al Dépor le toca remar contracorriente, que a Víctor se le aparezca o encuentre la tecla y si no, acudir al mercado para renovar banquillo y caseta (y hacerlo con las pesetas contadas). Quizás en ese momento Claudio se disfrace de Fernando Vázquez para, a buen precio, recoger las piezas emocionales y futbolísticas, conectar con la grada y dotar de coherencia y realismo a un equipo que volverá a luchar por lo imposible para ver si esta vez sale cara. Mal entonces, mal ahora. Todo tan familiar. Otro déjà vú. Una daga para un Consejo que prometió un cambio y va por la misma senda pedregosa con emboscadas propias y ajenas. Ya llegará el momento de las responsabilidades, ahora lo más importante es salvar este proyecto y, sobre todo, al Dépor. Aún queda tiempo: realismo y arrimar el hombro.