Hay vida después de Sevilla. Lo demostró ayer el Deportivo, y de qué forma. Más allá del resultado final, un contundente 3-0, compitió de verdad y dejó claro que si se aplica puede plantar batalla a casi todos sus rivales, incluido el Valencia, uno de los gallitos de la competición. Ganó por acoso y derribo, apoyado en la velocidad en ataque y también en la firmeza defensiva. Solidez y pegada, por este orden, son sus nuevas armas, las que descubrió justo a tiempo Víctor Fernández para reinventar a este Dépor y hacer de él un equipo, lo que debe ser siempre. Le hacía falta tras el esperpento del Pizjuán. La reacción era urgente después de semejante humillación. Urgente y obligada. El parón le vino bien al equipo coruñés para poner el contador a cero y mostrar otra cara después de dos semanas de continuas reuniones, declaraciones y buenos propósitos. Las palabras, esta vez sí, se transformaron en hechos.

La revolución fue total, con Lopo y Manuel Pablo en la grada y hasta seis novedades en la alineación con respecto al desastre de Sevilla. Cambiaron los protagonistas, pero también muchos detalles imprescindibles para sobrevivir en Primera. Fue un Dépor más sólido, más solidario y más intenso, un equipo con mayúsculas que salió a morder. Peleó como nunca, hizo faltas cuando tocaba y mostró una gran decisión para irse hacia arriba, sobre todo a la contra. Tuvo intensidad, orden, valentía y, por qué no, también ese punto de fortuna que faltó en las primeras jornadas. Esos fueron los ingredientes de una victoria tan merecida como balsámica. La necesitaba para volver a respirar ese aire limpio que solo se inspira fuera de los puestos de descenso. Era colista y de golpe se ve fuera del hoyo. Alivio momentáneo. Le queda un largo camino hasta el objetivo final de la salvación, pero ayer demostró que puede alcanzarlo. De sí mismo depende.

Entre las seis novedades en el equipo titular la más llamativa fue la presencia de Fabricio bajo palos. Insua, Wilk, Cuenca, Cavaleiro y el debutante Lucas entraron en el once en busca de la ansiada reacción. Todos cumplieron, pero sobresalieron el polaco y el coruñés, protagonista por su gol y también por el carácter que contagia a sus compañeros. Es un ganador, uno de esos tipos imprescindibles en situaciones delicadas. La del Deportivo era crítica, colista con solo cuatro puntos en las primeras siete jornadas. No era el momento de las dudas ni de los miedos, sino de afrontar la situación con profesionalidad y con el convencimiento de poder ganar al Valencia. Eso fue lo que hizo el equipo coruñés, muy junto y ordenado sin balón, y con dos flechas en ataque: Lucas y Cavaleiro. Es otro fútbol el que buscó Víctor, el de la velocidad y los espacios, y su apuesta dio resultado.

Menos de dos minutos tardó Fariña en protagonizar la primera cabalgada peligrosa. El Dépor no sufría atrás y cuando recuperaba el balón salía rápido, más vertical que de costumbre. Robar y correr, pero sin romperse nunca como le solía pasar hasta ayer. Frente al Valencia fue un equipo compacto, muy agrupado y ordenado en el repliegue. Pocas facilidades dio al rival pese al arsenal ofensivo del conjunto ché, desaparecido en ataque en la primera mitad. Solo Rodrigo, desde lejos, y Otamendi, que rozó el balón a la salida de un córner, se aproximaron con peligro a la meta del debutante Fabricio. Mucho más llegó el Dépor, con Cuenca y Fariña encarando con descaro, y Lucas y Cavaleiro con mucha movilidad y libertad plena para intercambiar sus posiciones. Aparecieron por todas partes para sacar de sitio a los centrales y guiar al Deportivo hacia el camino del primer gol.

Lo acarició Medunjanin de falta directa en el 35. El bosnio, de nuevo magistral en los golpeos, disparó a la cruceta y el rechace casi lo introduce Yoel con su cuerpo en su propia portería. Por suerte para el excéltico, sustituto del lesionado Alves, el balón acabó en córner. Lo lanzó también Haris al primer palo, y entre Mustafi y Gayá fabricaron un autogol (m.36). Golpe de suerte para el Deportivo, que casi sin quererlo amplió su ventaja antes del descanso. Fue la única ocasión clara que tuvo Lucas, y no perdonó. Corrió con fe y su disparo cruzado sorprendió a Yoel para convertirse en el 2-0 (m.43). El coruñés lo celebró desatado, y con él todo el estadio. Por fin había algo por lo que alegrarse después de un arranque de campaña plagado de sinsabores.

La fiesta continuó en la segunda parte pese a los cambios de Nuno, que echó mano de Carles Gil y Feghouli en busca de la reacción. Ni siquiera la posterior entrada de Rodrigo De Paul le sirvió al Valencia para volver a meterse en el partido. Y eso que lo intentó con los destellos de Rodrigo, Parejo y Alcácer. El nuevo nueve de la selección española remató al palo un buen servicio del exdeportivista Barragán desde la derecha. Fue la aproximación más peligrosa de los valencianistas, con mucho balón pero sin demasiada profundidad para generar ocasiones claras. Wilk, pletórico, sostuvo él solo el centro del campo para dar aire al Dépor. Conoce sus limitaciones y no se complica con el balón en los pies. Roba y entrega, como buen mediocentro defensivo. No le hizo falta más para adueñarse de la zona ancha y dificultar que el Valencia maniobrara con facilidad. Sin huecos por dentro, los chés lo intentaron por fuera, sobre todo por la banda izquierda, la de Gayá. Víctor reaccionó dando entrada a José Rodríguez en lugar de Cuenca en busca de un poco más de despliegue físico. Esa era la misión del joven canterano del Madrid, aunque lo primero que hizo fue robar y dar un pase de gol a Toché. Lo dejó solo ante Yoel y el murciano culminó el mano a mano. 3-0 a falta de un cuarto de hora, la guinda perfecta para redondear el revolcón que se dio el Deportivo a costa del todopoderoso Valencia, hasta ayer invicto. Hay vida. Hay esperanza. Y lo más importante: hay equipo. Otro Dépor es posible.