La gélida temperatura que recibió ayer a la plantilla del Deportivo a su llegada a Abegondo -dos bajo cero a la sombra- demoró en media hora el inicio de la sesión para que el campo no estuviera tan impracticable pero no impidió que los futbolistas entraran pronto en calor. Todos subieron la temperatura de inmediato por la intensidad física del entrenamiento, de nuevo muy exigente, pero sobre todo por la especial vehemencia que mostró Víctor Fernández. Estuvo más encima que nunca de sus jugadores y no les dio ni un respiro, dedicándoles constantes indicaciones y haciendo hincapié sobre todo en dos aspectos: la agresividad y la eficacia de cara puerta. Quiere a todos en tensión para el encuentro del sábado en Riazor frente al Athletic de Bilbao (22.00 horas), un partido tan trascendental, que podría ser el último de Víctor en el banquillo blanquiazul en caso de que el Deportivo no sume los tres puntos.

No es una situación nueva para el aragonés, que anteriormente ya dirigió al equipo con el agua al cuello en dos ocasiones, frente al Valencia y el Elche, ambas citas saldadas con triunfos. El técnico quiere superar también este tercer ultimátum que se le presenta y para ello ha subido el nivel de exigencia en el día a día. Durante los partidillos de ayer lanzó continuas instrucciones de forma enérgica para sacar el máximo de sus jugadores en un momento clave de la temporada. Los exprime justo después del parón liguero para que pasen página tras las vacaciones y recuperen la tensión competitiva necesaria para encarar una auténtica final como la del sábado. "¡Quiero más hambre de gol y más agresividad!", les gritó antes del inicio de los partidillos de seis contra seis.

Desesperado con Domínguez

Alternó algunos elogios con varias críticas, en especial hacia Juan Domínguez por su escasa puntería. El canterano dispuso de varias oportunidades claras ante Germán Lux, prácticamente disparos a quemarropa, pero una y otra vez sus lanzamientos se estrellaron contra el cuerpo del argentino. A cada tiro que fallaba el mediocentro, Víctor se echaba las manos a la cabeza, cada vez más apesadumbrado. "¡Ocho acciones de gol y un gol (marcado). Vale ya. Me cago en la p... madre!", le espetó al naronés, que después de esa arenga siguió igual de nublado de cara a puerta. En cambio, el entrenador premió la eficacia de Toché. El delantero murciano marcó varios tantos, uno especialmente vistoso al elevar el balón con sutileza ante la salida de Fabricio. "¡Bien, Toché, bien; buen porcentaje!". También Diogo Salomão recibió algún que otro elogio, no solo del técnico, sino también del doctor Carlos Lariño, quien reaccionó tras un buen remate del portugués. "Bien, salami", le dijo cariñosamente tras la jugada. La exigencia se disparó tanto en la fase ofensiva como en la defensiva, obligando a todos los jugadores a sacrificarse sin el balón para recuperarlo lo antes posible.

Víctor trató de generar continuas situaciones ofensivas en superioridad numérica para facilitar las oportunidades claras y de esa manera ensayar una y otra vez la definición. La obsesión por acabar las jugadas fue continua y el técnico insistió en ese aspecto para que sus hombres probaran suerte en el disparo sin pensárselo dos veces. La intensidad en las disputas fue enorme. Todos trabajaron a tope y si alguien bajó los brazos en algún momento, Víctor se encargó de ponerle las pilas de inmediato. "¡Aprieten y finalicen!", les gritó varias veces. Tras los partidillos de seis contra seis, el técnico organizó otra pachanga final de once contra once. Mezcló a titulares y suplentes, alineando de un bando a Lux, Laure, Lopo, Manuel Pablo, Canella, José Rodríguez, Juan Domínguez, Cuenca, Salomão, Fariña y Toché; y del otro a Fabricio, Juanfran, Álex, Insua, Luisinho, Wilk, Medunjanin, Seoane, Cavaleiro, Juan Carlos y Postiga. Víctor prolongó su alta exigencia hasta la finalización del ensayo. Aplaudió el derroche físico de sus jugadores y la alta tensión con la que se emplearon en todas las tareas, aunque también lamentó la escasa puntería que, en general, mostraron sus pupilos. "¡40 ocasiones de gol, y cuatro o cinco goles (marcados)!", se quejó. Fue su manera de caldear Abegondo en una mañana especialmente fría, la más gélida de la temporada, pero con una alta temperatura sobre el terreno de juego.