No vale cualquiera para un derbi. Tan emocional. No basta con ser un grande del balón. La excitación es inabordable y te empuja a vivirlo desde las entrañas. Estimula, domina, pero ahí está la grandeza, la cualidad definitoria: encajar y canalizar todo ese vaivén de sentimientos. Se tiene o no se tiene. Y Lucas ha nacido para jugar los Dépor-Celta. Aún no ha ganado. Si le dejan, lo hará. De eso no hay duda. Y siendo protagonista. Él es capaz de tener esa serenidad para jugarlo con emoción y a la vez con control. En plenitud, a pesar de las dificultades. Con los sentidos a flor de piel, pero no anulándole. Lucas Pérez se estrenaba en un clásico y esa relación no merece limitarse a una primera cita. Lucas, quédate.

A él le gusta decir que es un chaval de barrio y como tal jugó el sábado. Pero no como alguien que nunca hubiese salido de Monelos. En la templanza y la capacidad para decidir qué hacía en el campo y cómo lo vivía fuera se vio al Lucas que pasó por Ucrania, Grecia, Madrid o Vitoria cuando aún era un adolescente. Lleva muchas encima y lo vivido cala. Solo se le puede anotar un debe en la entrada a Orellana. No fue a por él, pero llegó muy tarde y debió frenarlo de otra forma. Al final, como muchos, Lucas ha tenido que madurar por narices y el fútbol y la vida son vasos comunicantes. Todo ese bagaje cuando las pulsaciones están disparadas no es una nimiedad. El mejor ejemplo es Iago Aspas. Las emociones le dominaban. Esa fue su condena, aunque tuviese todas las condiciones para influir para bien en un derbi.

Al Dépor, en cambio, no le venció la ansiedad. Sus rivales fueron un contrincante mejor y su propia incapacidad. Los resúmenes lo focalizarán todo en los remates fallidos. Error. Al equipo coruñés le faltaron ideas. Para defender y ocupar bien el campo y para atacar y aprovechar sus ventajas tras recuperaciones. Víctor aludía a las áreas cuando la batalla la perdió en las transiciones, en el centro del campo y desde el banquillo. Ahora, como en toda derrota dolorosa, la clave está en cómo se asimile y en si los males detectados se convierten en tendencia. Si el conjunto coruñés gana en Almería, el clásico solo será un mal recuerdo de una noche de febrero. No se olvida, aunque escuece menos. Eso sí, existe el riesgo de volver por un sendero en el que se dieron infinidad de pasos en falso y del que se llegó a pensar que no habría salida. El dolor del derbi invita a pensar que el Dépor vuelve a ser ese equipo de hace meses: roto y sin capacidad para competir. Ese miedo no es, por ahora, una realidad. Sus señales en las últimas semanas han sido muy diferentes, alentadoras. Que la derrota no ciegue. Pero sin olvidar que el sábado se revelaron también indicios tan viejos como desagradables y el deportivismo no quiere razones para volver a dudar. En alerta.

Oriol y la ansiedad

La llegada de Oriol ha surtido, sin duda, efectos beneficiosos en el circuito ofensivo del Dépor. El equipo se descarga mejor, es capaz de hacer los movimientos defensa-ataque con mayor desahogo. ¿Llega solo con eso? Por desgracia, no. Siempre se alude al trabajo silencioso de los delanteros y nadie rehúye ese tipo de aportaciones, pero los arietes son fichados para hacer ruido, mucho ruido. El estruendo del gol es el que le ha faltado a la zona de ataque del equipo coruñés en esta Liga. Las caras de decepción del trío de arriba se han multiplicado y parecen no tener fin. Sí, su punto de mira está desviado, pero hace muchos años que ser delantero en Riazor no es de las profesiones más cómodas que hay. Al Dépor le falta claridad y calidad en los últimos metros. Tampoco tienen un buen pastor. Es una situación viciada en la que influye también la confección de un grupo que ha ido incrementando su nómina atacante sin terminar de buscar perfiles diferentes. ¿Hay gran diferencia entre Toché, Postiga y Oriol? Existe aún el déficit de ese delantero que funciona al espacio más que al balón arriba o al pie. Esos matices que necesita una apuesta de Primera. Hasta Cavaleiro fue el recurso de emergencia en algún momento. A Iván se le ha cargado demasiado de responsabilidad, ha sido el gran apagafuegos. Pronto llegará el momento de Oriol. Lleva el gol dentro y cuando salga, será todo mucho más natural y el Dépor terminará de ir hacia arriba. Pero hasta entonces hay que crear las condiciones para que florezcan todas sus cualidades y las de un proyecto que lucha por sacar la cabeza.