La plantilla deportivista estableció como axioma principal para lograr la salvación el obtener en la segunda vuelta más puntos que los logrados en la primera. Los resultados con los que los blanquiazules arrancaron el año les permitieron encauzar una ecuación que todavía se sigue cumpliendo si se comparan los marcadores recientes con los del inicio del campeonato, pero los tropiezos de las últimas semanas han empañado la mejoría experimentada por el equipo y al mismo tiempo han comprometido su posición en la clasificación.

El conjunto de Víctor Fernández, después de sumar tan solo un punto de los últimos doce posibles, tiene otra vez la zona de descenso muy cerca. La distancia que había conseguido tras empatar con Granada y ganar a Rayo Vallecano y Granada se ha esfumado tras las derrotas frente a Madrid, Celta y Sevilla. Solo el empate en Almería mejora los números del equipo con respecto a la primera vuelta en los cuatro enfrentamientos previos al partido contra el Valencia.

Todos estos condicionantes provocan que el encuentro en Mestalla del viernes (20.45 horas) adquiera tintes similares al que tuvo el disputado en Riazor a mediados del mes de octubre. El Deportivo era por entonces, antes de la disputa de la octava jornada del campeonato, colista de la categoría con cuatro puntos y la labor de Víctor Fernández al frente de la plantilla ya estaba cuestionada. El equipo afrontó el partido como una final dadas las cuatro derrotas previas consecutivas y la imagen que dio una semana antes en el Sánchez Pizjuán, donde los blanquiazules cayeron goleados y dejaron su peor actuación hasta la fecha.

El Deportivo reaccionó y firmó una importante victoria que apaciguó el ambiente pero no sirvió para invertir la tendencia del equipo. Las derrotas y las actuaciones pobres se repitieron tras ganar al Valencia. Sí parecía que los blanquiazules habían encontrado un camino con el comienzo del año y las incorporaciones de varios futbolistas, pero la mala racha en la que se han visto inmersos en las últimas jornadas han interrumpido y puesto en cuestión esa evolución.

Las dudas llegaron de manera definitiva el sábado con la derrota frente al Sevilla, en la que el equipo volvió a mostrar algunas de las debilidades que parecían resueltas. La defensa lastró a los deportivistas hasta tal punto que convirtió en inútiles los tres goles que consiguió el equipo después de tres jornadas seguidas sin marcar.

Los blanquiazules se presentarán así en Valencia exigidos por sus malos resultados, las sensaciones pesimistas y su comprometida situación en la clasificación. En ese sentido será parecido al partido de la primera vuelta, con el agravante de que tan solo quedan doce encuentros para el final del campeonato. En la plantilla crece así la sensación de que los compromisos que restan deberán ser afrontados como si resultaran definitivos.

Un resultado positivo permitiría seguir manteniendo la ecuación de la permanencia. En caso de otro tropiezo, esa fórmula que se maneja en el vestuario se vería comprometida y las urgencias del equipo aumentarían. La de Valencia será así la primera de las finales que le esperan al equipo de aquí al final de la temporada, en la que los partidos lejos de Riazor adquirirán también una importancia mayor dado que en casa tan solo restan cinco y los deportivistas no se han mostrado como uno de los conjuntos más fiables de la categoría cuando ha jugado en su estadio.