Se lo merecía. El deportivismo se cobró una de las muchas que le debían y lo hizo soltando todo. Ahí va. Desde el descenso ante el Valencia con ese hedor que desprende a veces el fútbol español, a todas las miserias de una temporada intragable. El Dépor remontó y se salvó, A Coruña está feliz. No hay vuelta de hoja ni pero que valga. Uno de los que lo ha pasado mal es, sin duda, Tino Fernández. Lloró, celebró. Ahora que las emociones empiezan a reposar tiene que afrontar lo inevitable. El presidente habrá oído de un lado, de otro... Ya ató bien la red de seguridad financiera y le toca parar un segundo, en soledad, y reunirse consigo mismo para preguntarse qué Dépor quiere. El que echó sin tacto y a destiempo a su técnico, el que lo sustituyó por alguien que no lo mejoraba y que tardó en ir a por el plan B, el que fichó jugadores tarde y con dudosa pericia, el que por momentos tuvo una falta de empatía alarmante con su hinchada, el que falla un día sí y otro también comunicando su gestión y sus decisiones. ¿Quiere ese Dépor? Pues hay que aprender la lección y tomar decisiones, no dejarse ir por el viento de cola de una salvación que lanzó a la gente a la calle, ni escudarse en la mala suerte, en los imponderables. Sería la excusa número un millón de esta temporada, la peor de todas y la más imperdonable. El futuro empezó ayer. Las decisiones de hoy son el alivio de mayo de 2016 y de los próximos años.

"Yo no ficho, doy mi opinión", se apresuró a puntualizar Víctor. Hace bien en delimitar funciones. Se viene un nuevo Dépor que no puede estar apuntalado con cuatro tablas mal puestas. Profesionalidad. Y llega también el momento en el que se le definirá como técnico. De entrada, ya se ha apuntado un tanto. Su plan de contingencia funcionó. Y no es poco. Abrió las ventanas de Abegondo y el Dépor respiró, el Dépor creyó. No estaría mal que ese nuevo proyecto tenga el espíritu y la capacidad de resistencia de los dos últimos meses. Lo pasó mal, le costó una vida ganar, pero nunca se rindió. Cinco veces en ocho partidos fue capaz de puntuar a pesar de verse por debajo en el marcador. Se enfrentó a las peores situaciones extremas y salió vivo. Siempre enganchado a la afición, siempre empujado por una grada que a la mínima cree. Ellos son los verdaderos merecedores de todo lo que pasó el sábado. Alegría y dignidad.

El niño de Vecindario

Hace nueve años Lendoiro firmó un acuerdo con el Vecindario que pretendía, entre otras cosas, traer a Mauro Icardi a A Coruña. No hubiera sido una mala idea. Al final todo se quedó en papel mojado tras varios impagos y juicios y, sobre todo, se recuerda la serie de partidos que se pasó Oltra en la grada por una sanción federativa derivada de ese contencioso. En el medio del lío acabaron llegando a A Coruña tres niños: Aridane, Óscar Sánchez y Fabricio. Ese adolescente tímido que no paraba de entrenar ni aun rompiéndose la tibia a la semana de llegar y que se fue para volver con más fuerza, es el que realmente ha salvado al Dépor. Claro que Fabricio no juega solo, aunque a veces lo parezca por su ubicuidad. Sin él hubiera sido imposible. Cada punto, cada victoria, cada conquista tiene una parada suya detrás. Él ve A Coruña como su casa. Ha dado tumbos por ahí adelante después de tomar una mala decisión y sabe que como en este rincón atlántico no va a estar en ninguna parte. Lo dice y lo expresa con sus lágrimas, pero muchas veces la realidad no es una regla de tres. Será un verano largo. El Dépor tiene que pagar las facturas y llegará un momento en el que Fabricio deje de parar y pretenderá tener el peto lleno. Pocas cosas harían más felices al deportivismo que su permanencia en el equipo. Solo el futuro desvelará el desenlace de esta historia, pero lo que sí podrá llevarse consigo es el alivio de haberse congraciado con su afición.Conciencia tranquila. Cualquiera se puede equivocar, no todos rectifican y son menos los que acompañan las palabras con hechos, con paradas milagrosas que suponen una salvación y el reconocimiento de su gente. Es canario pero parte de su formación y su corazón son coruñeses. Pocos dignifican mejor la figura del guardián de la portería de Riazor que desde Rodrigo García Vizoso tuvo siempre a lo mejor de lo mejor.