El deportivismo lleva cuatro años en un estado de conmoción y urgencias internas. Y quizás el momento álgido, uno de tantos, fueron los últimos ocho partidos de Liga. El Dépor siempre había parecido un equipo lleno de imperfecciones, pero vivo, a veces demasiado a flor de piel. Aquel día, ante el Córdoba, ese olor a moribundo ya sobrecogía de otra manera. Roto. Se fue Víctor, llegó Víctor. No cambiaba el nombre, pero sí debían alterarse muchas dinámicas. Y recibió un cheque en blanco deportivo y emocional. La situación requería ir al fondo y dejarse de formas. Un tú-vete-salvando-al-equipo-y-luego-ya-veremos-si-nos-llevamos-bien. Y el Camp Nou lo justificó todo.

El verano de 2015 ya ha sido diferente. Cualquier deportivista ha visto un verdor en cada fichaje, en cada movimiento. Sus pulmones aún se alimentan del aire renovado de una salvación que se hará recurrente en las batallitas a los nietos. Parte de esa tranquilidad, apoyada en las condiciones de sus futbolistas, se transmitió al césped, a su fútbol del sábado. Todo muy normal, paso a paso. Y en este contexto es donde ahora por fin debe desarrollarse Víctor.

Si a cualquier deportivista le hubieran preguntado en mayo a qué jugaba el Dépor de Víctor Sánchez del Amo, pocos podían haber respondido. Pasapalabra. A menos aún les importaba la respuesta con una salvación en el bolsillo. Pero ahora, con una liga entera por delante, es una cuestión que no se va a poder rehuir. El sello de Víctor, una identidad. Bien es cierto que en abril el técnico no engañó a nadie. Anunció un plan para cada partido y cumplió: el Dépor se salvaba. Gracias. La querencia por armar al equipo, por blindarlo, es algo que se vio entonces en su hoja de ruta y que une a aquel momento con este, su primer proyecto en Riazor. Parece el abecé de un grupo de la zona media-baja, pero su antecesor no supo ni leer esas letras.

Esa construcción desde atrás, alguna buena intención a balón parado y más claridad en la salida de la pelota, bajo el influjo de Fayçal y Mosquera, dos futbolistas que encienden la luz de cualquier equipo. Ese es su haber frente a la Real Sociedad. También hay debes y se centran en los últimos treinta metros. El rol de Juanfran y la posición de Lucas, asociada al problema del 9, son asignaturas pendientes. Cuestiones personales y colectivas. Aún queda mucho que matizar también en el plan de ataque. A partir de ahora Víctor debe mostrarse, a ver de qué pasta está hecho como técnico. Y los mimbres no son menores. Más materia prima, más responsabilidad. Las urgencias ya no lo dominan todo, para bien y para mal.

Mosquera y Luisinho

Antes Lucas y ahora Mosquera. El pivote centra todas las miradas y no está mal que los coruñeses reclamen el protagonismo, aunque tuviesen que recorrerse medio mundo para volver a casa. Pedro es todo lo que desea ser este Dépor: la recuperación de la identidad perdida, un activo futbolístico y económico, un futbolista joven y con clase... Sobre el pivotó el sábado el Dépor y su posición central en el campo, también lo es en el proyecto. Pocos entran mejor por los ojos que él y su fútbol no es solo efectista.

El que es también un activo, por fútbol e intensidad, es Luisinho. El portugués tiene un problema, ya lo dijo Fernando Vázquez en su día. Ningún profesional tiene por qué aguantar a alguien así en su centro de trabajo. Es injustificable. Sin peros que valgan. Otra cosa es la gestión de un affaire que ha discurrido entre comunicado y comunicado. Situaciones delicadas requieren respuestas conjuntas. Y las decisiones empezaron a tomarse desde Abegondo sin reparar en el valor patrimonial del club y en que hay una instancia superior en la plaza de Pontevedra. Luisinho se ha devaluado él mismo, pero desde dentro también han hecho decrecer su valor. Si irse llegó a ser una opción, ahora parece una quimera. Por suerte, el luso volverá al grupo, aunque no se sabe por cuánto tiempo. Ver a Manuel Pablo señalándolo inequívocamente en un comunicado lleva a pensar que el enfado de la caseta no forma parte de un capricho, el canario y su gestión como capitán no son así. Pero en los últimos años ese vestuario ha visto de todo y siempre ha habido una solución, ¿por qué ahora ha parecido imposible por momentos? Si las paredes de Abegondo o Acea de Ama hablasen...