Muy poca gente recordaba ya en Riazor una tarde tan tranquila y placentera en el rendimiento general del equipo. El encuentro se puso muy pronto de cara y el tercer gol nada más empezar el segundo tiempo trajo la calma chicha. Pero eso no puede ser óbice para reconocer el crecimiento exponencial del conjunto coruñés, el control absoluto del juego en todas sus facetas, la muestra de una identidad clara y el manejo de diferentes registros. Además, los futbolistas poco a poco son partícipes de una mentalidad y una idea futbolística en la que se encuentran muy cómodos. Quizás el único pero es la pobre aportación de Oriol Riera perfectamente suplida por los hombres de segunda línea -Luis Alberto, Fayçal Fajr o Fede Cartabria, y sobre todo de un Lucas Pérez en absoluto estado de gracia-. Además, mirando hacia el banquillo, e incluso a la grada, hay recambios de garantía que van a apretar a los presuntos titulares. Todo buenas noticias.