Diez minutos de empuje después del resto del partido sometido y sin iniciativa le bastaron al Deportivo para rescatar un empate ante el Athletic ayer en Riazor. A la solvencia en su juego mostrada desde el comienzo de la temporada, el conjunto de Víctor Sánchez del Amo añadió la fe de la que presume su hinchada, ayer especialmente representada en el estadio con la mejor entrada en lo que va de curso por la celebración del Día de las Peñas desde la mañana.

Le costó al Deportivo enchufarse al partido y firmó la primera mitad más descafeinada que se le recuerda de la temporada. No encontró el ritmo ni tampoco la pausa necesaria para activar a sus jugadores con mejor pie, sin rumbo ante la propuesta de un Athletic con menos atrevimiento que el que suele acostumbrar.

El juego de ambos se perdió así en una colección de imprecisiones, choques, golpes y pases a ninguna parte que pocos supieron frenar. Amenazaba entonces para los deportivistas el peligro de alguna jugada aislada o la tan temida estrategia de los rojiblancos. El mayor dolor de cabeza, sin embargo, llegó por los costados con las incorporaciones de Williams, Susaeta y Balenziaga desde el lateral derecho, poco vigilado por un Cani más pendiente de tapar el centro del campo e intentar desmontar la iniciativa de San José y Beñat. Descuidó en exceso esa parcela el equipo y el Athletic acumuló llegadas mientras Iraizoz disfrutaba de un encuentro relajado.

No fue hasta el minuto 21 cuando el Deportivo logró construir una jugada. Cani y Luis Alberto se asociaron con velocidad para llegar hasta el área contraria y allí encontraron a Fayçal, que disparó todo lo ajustado que pudo.

Fueron las primeras señales de vida de un equipo que hasta la fecha se había mostrado generoso en el esfuerzo, solvente ante rival. También lo impulsó el talento de sus jugadores más finos, pero ayer el cóctel no terminó de ligarse durante buena parte del partido.

Lucas Pérez gesticuló y se desesperó como solía hacerlo durante el irregular curso pasado, a Luis Alberto le faltó la inspiración que parecía permanente en él y Mosquera no se entendió con un Juan Domínguez que camina como futbolista hacia la más absoluta indefinición. Y para colmo al equipo le falló la defensa y cedió un tanto en otro despiste defensivo, de esos que los rivales no suelen desaprovechar.

La primera parte caminaba hacia el tedio cuando Luis Alberto se llevó un golpe mientras buscaba una falta en el centro del campo. El gaditano se quedó tendido sobre el césped y amagó con levantarse mientras el Athletic continuaba con la jugada. La defensa deportivista quedó entonces más pendiente de la posible decisión del árbitro ante la silbatina de Riazor que de vigilar a Williams, que conectó un remate de volea en el área ante la pasividad blanquiazul.

El equipo se vio entonces por debajo en el marcador con la incógnita de comprobar si mostraría los arrestos de otras ocasiones. Hubo intención de enmendar la poca iniciativa del comienzo, pero faltó el acierto. La tuvo primero Fayçal tras una jugada de Lucas Pérez y tras un barullo en el área. El francomarroquí no acertó a colocar la pelota en la red a un metro de la línea y con toda la portería para él. La mandó al palo.

Fue el aperitivo, porque el Deportivo pareció estirarse a partir de entonces. Solo tres minutos antes del descanso Lucas Pérez encontró los metros necesarios para exhibir su velocidad. Le ganó la carrera a los centrales y soltó un zurdazo que Iraizoz repelió como pudo. El rechace lo recogió Luis Alberto, que tuvo tiempo para calibrar el disparo hasta colocarlo en la cruceta.

El Deportivo pareció encontrar entonces un resquicio por el que poner en aprietos a un Athletic al que le había bastado con un buen posicionamiento para contrarrestar a los blanquiazules. El equipo, sin embargo, no tuvo la velocidad necesaria para explotar la fórmula del contragolpe que tan bien le había funcionado en otros partidos.

Por primera vez en lo que va de temporada se quedaron sin respuesta, paralizados ante un rival con las ideas más claras y el repertorio justo para ponerlo en aprietos. Aún así, Víctor mantuvo tras el descanso la apuesta inicial.

El equipo se mantuvo sin alternativas, estático, y a los diez minutos decidió sacar del campo a un perdido Juan Domínguez. No cambió demasiado con la entrada de Borges ni tampoco con la de Oriol por Cani para buscar un juego más directo. Además, el costarricense se convirtió en el protagonista negativo pocos minutos después por el error que le costó el segundo tanto a los deportivistas.

La pérdida de pelota del centrocampista se convirtió en un servicio para Aduriz, que no perdonó ante Lux. Aún tenía tiempo por delante el Deportivo para encontrar alguna oportunidad con la que engancharse a un partido del que había desertado prácticamente desde el comienzo. Las esperanzas estaban entonces puestas en alguna jugada aislada.

Lo encontró en una acción sin aparente peligro, un balón cualquiera colgado sobre el área que Lucas recogió con el pecho antes de conectar un remate extraordinario. Tenían así los deportivistas diez minutos por delante para poner sobre el campo toda la intensidad que les faltó antes. El ímpetu le llegó en una de esas cabalgadas cotidianas de Sidnei, más habituales el curso pasado por la falta de alternativas del equipo. El partido estaba para eso, con el Athletic ya encerrado.

El central se plantó delante de Iraizoz y tuvo la calma suficiente como para esperar que el portero rojiblanco abandonara el marco de la portería. Entonces cedió hacia el punto de penalti y Oriol remató fuera estorbado por compañeros y rivales. El Deportivo apretaba tanto como el reloj y, volcado por completo, encontró el empate en una llegada de otro central, de Arribas, que certificó también que a este equipo le sobra fe.