Después de salir al sprint esta temporada, el Dépor ha dado un par de pasos atrás en el último mes. Titubea. Una etapa de prueba en la que el proyecto se reafirma o encalla, siempre desde un punto de partida superior al de hace unos meses. Este equipo ha ido a menos. Cierto. Pero de ahí a vivir cada semana el Apocalipsis hay un trecho. En el derbi caminará o reventará. Menos de quince días. Tic-tac.

Más que los resultados, el mayor pecado de esta última versión blanquiazul es que no transmite ni frío ni calor. Solo los fogonazos de Lucas y la prestancia de Pedro Mosquera le sacan del letargo. Comete errores, abusa del repliegue, solo sabe tener el balón con el acelerador pisado, pero sobre todo es más plano y previsible. A veces hasta parece ausente. Es imprescindible que tenga un poco más de balón. Se desvanece aquel equipo que tomó por asalto la ilusión de su afición. Lo positivo es que ya conoce el camino, ahora hay que saber dónde se desvió. Está a tiempo.

El Dépor-Celta le ofrece un escenario grande para ser lo que fue. Un duelo que supuso puntos de inflexión en los últimos años. No hace falta ni que decir que su rival es de lo mejor de esta Liga. Un equipo especial, de todo o nada, que se acaba de llevar su primera gran bofetada. ¿Sabrá levantarse? Su estilo eternamente ofensivo, sin descanso, puede favorecer el fútbol con espacios del Dépor. Ese guión con un poco de presión y versatilidad en el juego... Hay partido y más en Riazor.

El Dépor se podía haber dejado dos puntos en Valencia de mil maneras y lo hizo por un fallo individual. El detalle ofrece una salvedad a su fútbol y también a Germán Lux. El argentino tiene la coartada de su barrera. Incluso sacó una mano salvadora minutos después. Nada que objetar a sus reflejos en situaciones límite. Pero muchas veces un portero vale más por lo que transmite que por lo que para. No es solo hacer milagros, es tener la situación bajo control.

La eclosión de Fabricio hace unos meses tampoco le ayuda. Una posición con una competencia tan directa es casi imposible no juzgarla por comparación. Y el canario se mostraba inigualable hasta que la rodilla le frenó. Desde el verano Fabricio vive en una especie de limbo. Contractual, informativo... La única noticia es que hubo una recaída y que hace una semana por fin se pudo poner bajo palos en un entrenamiento. Poco más. El oscurantismo rodea su regreso, su renovación. El deportivismo tenía a uno de los mejores porteros de la Liga hace nada y ahora no pasa de ser un futbolista anónimo. La afición le tiene un cariño sincero y profundo y merece saber qué pasa con él.

El efecto Luis Alberto y Jonathan

Las razones del retroceso en este Dépor no se explican solo con un nombre. No es tan simple. Cansancio, alguna ausencia, las precauciones propias y los méritos ajenos. Pero sí es cierto que desde que la estrella de Luis Alberto se ha apagado, el fútbol ofensivo de los coruñeses ha decrecido. Un factor más. Era el mejor acompañante de Lucas y el apoyo más fiable en el dubitativo juego de bandas. Su nivel empezó a bajar sin razón aparente cuando realmente ya jugaba maltrecho por unas molestias en la zona del pubis. Ahora está en Liverpool. ¿Quién sabe cuándo volverá? Se le espera con ansia.

Si a Luis Alberto se le extraña, Jonathan genera preguntas. La capacidad de adaptación y el momento de Lucas aplazan la crisis del nueve en el Dépor. Oriol Riera sigue buscándose y el uruguayo lleva un mes en el cajón. En los últimos días se le ha podido leer extrañando a Peñarol. Una morriña lógica del lugar donde fue importante y más siendo casi un niño. Recuperarlo, aunque sea poco a poco, es el reto. Enero está a la vuelta de la esquina. Un último intento antes de que sea imposible poder reclutarlo para la causa. Nadie sobra, menos un delantero con condiciones.