En estos días en los que por asuntos bastante más importantes y trascendentes, la gente parece ponerse de acuerdo contra la violencia y clamar contra ella, sería un buen momento para alinease y empezar a dar ejemplo de convivencia y respeto, en acciones y situaciones más cotidianas y cercanas si de verdad queremos hacer valer esos sentimientos.

El fútbol si a alguien pertenece de verdad es a los niños. Y ya empieza a ser hora de que cualquiera de los nuestros, pueda pasear tranquilo con la camiseta de su equipo favorito a apenas ciento sesenta kilómetros de su casa ya sea por la calle Real coruñesa o la del Príncipe viguesa, sin que su padre o madre tenga ningún tipo de temor.

Redimir viejas rencillas a palos y golpes nos dejan más cerca de la Edad Media que de una época actual donde la coherencia y el saber estar tendría que estar ya a la orden del día.

Los extremistas y falsos localistas que esconden sus ideologías radicales envueltos en una bandera o bufanda de un equipo, no deberían de tener cabida ya.

A muchos de los que llevamos tiempo y tiempo peleando de verdad y desinteresadamente buscando la unidad del fútbol gallego para que esto sea sólo eso... un derbi deportivo, nos gustaría que esos pocos indeseables de uno y otro bando desapareciesen y nos dejasen disfrutar de verdad de lo que tiene que ser cada fin de semana esto: ¡¡¡una fiesta!!!

Este partido que tengo la mala suerte de vivir a 8.621 kilómetros de distancia de mi casa, solo me sirve para recordar la leyenda de aquella pegatina en alguno de los coches de los lejanos años 80...