Él no lo sabía, pero Lucas Pérez no estaba empujando a la red un balón cualquiera. Ese acto reflejo y esa carrera rasgadora hacia la grada habían congraciado al Dépor con su esencia. Hacía cuarenta años que un coruñés no marcaba un gol en un derbi en Riazor. Fue Pousada, talento del Ural y el Español, nacido a unos metros del estadio, en Ciudad Jardín. Desde entonces muchos niños han jugueteado y crecido por las calles de la ciudad soñando con que algún día vivirían un momento de tal éxtasis. Ellos no pudieron, Lucas sí. Y se abrazó a la grada, donde él ya estuvo.

El 23 de noviembre de 1975 cuando los periódicos gastaban tinta y tinta preguntándose cuál sería el futuro de España sin Franco, un derbi se colaba en la agenda informativa. Pousada, que también dio un rodeo por Barcelona y Ourense para llegar al primer equipo blanquiazul, había cerrado el clásico superando por alto al controvertido Fenoy. 2-0. Entonces era una nota al pie de página de la actualidad. Cuatro décadas después esconde una época oscura de difícil de explicación y con muchas ilusiones frustradas.

Lucas se devora la historia cada semana a una velocidad tal que es difícil reparar en las barreras que va derribando. Años y años de preparación, de no rendirse, para vivir un cuento de hadas que piensa exprimir hasta el extremo. Los días de gloria no suelen durar en exceso y conllevan muchos sacrificios. El 7 lo sabe y se bebe este momento a tragos. Él acapara los focos. Pedro Mosquera y Álex Bergantiños, futbolista cada vez más sereno y maduro, le acompañaron en este asalto coruñés a su partido. Solo algo que se siente desde la cuna se puede pelear de tal manera.

El zurdo de Monelos se muestra omnipresente en el inicio de Liga para el Deportivo. Pero las buenas noticias para el equipo blanquiazul son que el grupo funcionó como un todo y muchos nombres reclamaron protagonismo. Desde Germán Lux y su parada rehabilitadora hasta Jonás y su labor de desahogo. Y algunos de esos triunfadores llevaban semanas sintiendo el frío de la grada. Jonathan, Cani, Álex y...

Luisinho brilló desde la consistencia. Desde esa fiabilidad abrumadora que acrecienta la morriña por no haberlo visto en un mes por el césped. El portugués es futbolísticamente un lujo olvidado. Es hasta soberbio desperdiciarlo, mucho más dejarlo ir. Víctor ha elogiado su actitud tras el incidente en Abegondo y el vestuario no puede obviar que es mejor tenerlo en sus filas. El tiempo y su fútbol deben servir para renovar el idilio.

La casualidad ha querido que Arribas también levantase la mano en este clásico. En un Dépor disciplinado y solidario, él fue la imagen referencial de ese grupo intenso, inteligente y que no escatimó ni una gota de sudor. Como a Jonny, se le puede señalar por una acción puntual. Al céltico, por un gol en propia meta y al deportivista, por una asistencia a Nolito. Sería injusto y simplista. Su crecimiento dará seguridad a un Dépor que está a la expectativa con el futuro de Sidnei. Un recambio interno.

Víctor, el triunfo personal

Solo hay algo que reivindica más que una victoria y es un triunfo a contracorriente. Víctor Sánchez del Amo es novato en los banquillos. Se ha estrenado como primer técnico directamente en la Liga y, sin tener muy en cuenta el pasado reciente, ya empezaban a surgir las primeras voces críticas. Su apuesta en el once para el derbi tampoco parecía ayudarle. Todas las dudas e incógnitas en torno a él se despejaron de un plumazo. El Dépor tiene personalidad y es versátil. Más de lo anhelado. Ganó la batalla táctica con una hoja de ruta muy personal, alejada del aplauso fácil. Hasta en Vigo se le valora en contraposición a Berizzo. Y eso que el 0-5 aún pesa.

NOTA AL PIE

Desde el gol de Pousada en 1975, Mauri hizo un tanto en Copa de la Liga el 6 de junio de 1984 en Balaídos y Carlos Ballesta, natural de San Pedro de Nós (Oleiros), marcó en Riazor el 11 de noviembre de ese año.