Un chaval de la Sagrada y otro de Monelos. Lucas-Álex. Álex-Lucas. El Dépor le hizo un guiño a su historia, a su esencia. Pleno de coruñesismo. Habrá quien lo vea como un punto más, pero es el reflejo de esa eterna luna de miel que vive este equipo y esta afición desde el primer milagro en el Camp Nou. Hoy fue el segundo. Un hilo los une y no por sus coincidencias. Este equipo, este club lo pasó mal, por momentos no estuvo a la altura de su historia, pero aprendió y ahora pelea siempre, nunca se rinde y tiene argumentos con o sin la pelota. Hace unos meses no dejó de creer y hoy no perdió la esperanza y le añadió fútbol, inteligencia. Lo que se mantiene es el guión del duelo, esa portería talismán... y Lucas. Un líder. No significará tanto como aquel 2-2, pero supone mucho. Este Dépor está para lo que le echen.

Víctor removió las fichas del tablero. Quien aguardase un Dépor a la espera de que el verdugo ejecutase la sentencia, se equivocaba. El equipo coruñés no quería dominar la pelota, buscaba hacerse dueño de la escena, encontrar su hueco en esta obra que apuntaba a monólogo blaugrana. Sin duda, el equipo culé monopolizó la pelota. Pero de tenerla a hacer daño con ella, hay un trecho. Claro que tuvo ocasiones para golpear, pero el Dépor redujo su caudal, también mandó algún derechazo y no le perdió la cara ni al partido ni a pelota cuando tuvo que mezclar su plan eléctrico con la posesión de balón. Soberbio Víctor, soberbio Dépor.

El primer paso fue tener fe, el segundo plantearlo y el tercero llevarlo a la práctica. El equipo coruñés también estuvo fino en el trabajo de campo. Repliegue de ocho u nueve jugadores dependiendo de las ocupaciones de Fayçal en ese momento, y espacios y carreras de Lucas y Jonathan. Fútbol 'primitivo', pero con intención.

El Barcelona tiraba de paciencia, de toque, hasta Messi tuvo que retrasar su posición para hacer de '10'. Apostaba por la posesión para desnudar las vergüenzas de la banda derecha del Dépor en la basculación. No pudo. Casi marca Luis Suárez, pero no disfrutó de grandes ocasiones. Una cuota casi ínfima para el campeón de Europa. Mucho acercamiento y posesión, pocas ocasiones y peligro real.

Y el Dépor no solo defendía. En su primera gran aproximación casi gana el partido y también pudo empezar a perderlo. Tres toques sirvieron para que Jonathan se plantease ante Claudio Bravo. Al uruguayo le pudo el escenario y su juventud. Su control, largo, y en esos metros se diluían las aspiraciones coruñesas. Esas oportunidades no se pueden fallar. Hasta hoy. Al Barcelona le habían perdonado la vida y se animó a seguir intentándolo. Su idea chocó con el muro blanquiazul. Tuvo que venir el mejor jugador del mundo a desfacer el entuerto. Una falta no del todo necesaria de Luisinho posibilitó un lanzamiento desde la frontal que el argentino clavó en la escuadra. Pura calidad. El Barcelona se llevaba un botín excesivo.

La segunda parte vivió muchos partidos en uno. De la salida alocada del Dépor con Jonathan al mando de las operaciones hasta el ahogo blaugrana en los últimos minutos pasando por el golazo de Rakitic y el éxtasis con Álex. Hubo de todo. Por momentos, el duelo pareció finiquitado, pero con Lucas enfrente, los rivales nunca tienen respiro.

Rakitic se inventó otro derechazo magnífico, imparable para Lux. 2-0. Pudo haber sido mejor encimado, ya nada se le podía hacer. Luis Enrique y el Barça empezaron a pensar en el Mundial de Clubes. Es humano. Se sucedían los cambios. Empezó la desconexión, no para el Dépor.

La entrada de Luis Alberto y un descarado Cardoso reactivaron al equipo coruñés y a Lucas. El recuerdo de una remontada histórica en esa misma portería le espoleó. El duelo estaba roto, el Barça, perdido. El equipo coruñés llegaba a oleadas. Primero un balón al palo del exfabrilista que empujó el '7' a la red. Gol anulado. Jugada dudosa, pero el Dépor no se podía parar a pensar. En otra ráfaga llegó una nueva definición magistral de Lucas. 2-1. Los coruñeses llevaban el maillot abierto, y bajaban a 90 kilómetros por hora en pos de la meta, de la igualada. En una de muchas contras que olieron a gol, Álex coronó ese 2-2. Muchas veces le tocó celebrar los goles de otros. En San Mamés, en el mismo Camp Nou. Lo hizo con el sentimiento de un deportivista, hoy era el suyo el que el que daba la gloria. Pudo caer el 2-3. Hubiera sido demasiado. Y todo sin Mosquera. Increíble, merecido.