Y hubo que esperar una vuelta entera para ver a un Dépor inferior a su rival. Su afición ha pasado tal vergüenza en algunos momentos de los últimos años que el mayor motivo de orgullo en la segunda mitad de 2015, más allá de las victorias, era que por fin podía ver a un equipo fiable, peleón, que se la podía liar a cualquiera. No iba naufragio tras naufragio. El renovado Madrid de Zidane y el Bernabéu le pudieron. Y lo peor es que los males estuvieron dentro de él mismo. Las razones de la derrota hay que encontrarlas en un Dépor blando, desconocido, impreciso. Un borrón en una primera vuelta más que brillante. 27 puntos, a diez de la zona caliente.

Al equipo courñés le descolocó la llegada de Zidane. Las cartas ya no estaban marcadas. Se abrieron las ventanas en Valdebebas. Los que no se movían empezaron de repente a correr. Donde antes había reproches se multiplicaron las sonrisas. Y se desactivó el efecto Víctor.El madrileño siempre le prepara un par de trampas a sus rivales y esta semana no tuvo material sobre el que estudiar el terreno y colocar algún cepo. Donde podía haber igualdad se acentuaban las diferencias.

Pero el Dépor no se rindió ante un Madrid que salió con la cara lavada al duelo. Era un equipo de más pausa, más aliviado, y también más activo. Su calidad y su mayor intención le llevaron a dominar en los primeros compases. Por poco tiempo.

Los hombres de Víctor empezaron entonces a presionar, a tocar, a tener paciencia. La calidad y la sensación de peligro que genera el Real Madrid seguía siendo innegable, pero el equipo coruñés buscaba un duelo de tú a tú y lo que estaba teniendo. Hasta Lucas tuvo una clarísima. Apareció Keylor Navas para frustrar la ocasión. Primer duelo perdido en el área.

El siguiente fue en el contraria. Y con el recuerdo aún fresco de Fernández Borbalán. Un certero Madrid golpeaba a la primera con el inestimable empujón arbitral. Benzema, de tacón ante la pasividad blanquiazul. La zaga, clavada, pidió fuera de juego. No era del francés, pero Bale sí estaba adelantado y estorbaba a Lux. Las protestas nada iban a cambiar. 1-0, duelo cuesta arriba.

El golpe fue duro, el Dépor no se encontraba. Seguía el plan trazado, sí. Le faltaba finura en la creación, contundencia en las zonas calientes, hasta fe en lo que estaba haciendo. No paraba de intentarlo, no parecía el día. En nada llegó el segundo gracias a la autopista que se encontró Carvajal y el aclarado con el que se topó Bale. Otra vez blando. Tercer duelo perdido.

Poco a poco el Dépor se rehizo. Fue su momento, el segundo tras los compases iniciales. Con un 2-0 también remontó en el Camp Nou y ¿por qué no iba a ser igual esta vez? A Lucas le faltaba punch. lo intentaba y lo intentaba. Golpeaba la pelota cada vez con más rabia. No había manera.

El conjunto blanquiazul buscó la inspiración en el descanso. Cuatro minutos tardó el Real Madrid en devolverlo a la cruda realidad. Cristiano, muy suelto y Bale, llegando como trailer por el carril central. Muy solo, únicamente tuvo que acomodar el pie. 3-0, partido muerto. Y de inmediato vino el siguiente tanto con el mismo protagonista, aunque el daño vino a balón parado. No era de extrañar. El Dépor también se había mostrado endeble en estas jugadas. Otro tanto que cayó por su propio peso.

En la última media hora se aceleraron los cambios de manera inversa a la velocidad del duelo. El partido languidecía. El Madrid buscaba el 5-0 y el Dépor, 4-1. Lo logró Benzema para desesperación del egoista Cristiano. Premio a los blancos, aunque los dos se emplearon sin demasiado ahinco. La rabia se dibujaba en la cara de Lucas y sus compañeros. Orgullo herido, motivación para lo que está por venir. Lo importante.