Comparecía el Deportivo en el Santiago Benabéu con la incógnita de lo que se encontraría del nuevo Madrid de Zinedine Zidane y regresó en su versión más desteñida, desprovisto de los rasgos de identidad que lo han distinguido durante una primera vuelta excelente, muy por encima de las expectativas y para nada cuestionada por el revolcón de anoche contra el conjunto blanco. Ayer, sin embargo, el equipo blanquiazul estuvo lejos de la versión que acostumbra, tierno en las dos áreas, titubeante, inconstante y con suficientes errores individuales como para facilitar la abusiva goleada blanca.

Al equipo de Víctor Sánchez del Amo terminaron penalizándole la falta de acierto en los minutos en los que logró cuestionar la superioridad del Madrid y la tradicional pegada blanca, perenne en Chamartín ya sea Ancelotti, Benítez o el advenedizo Zidane el que se siente en el banquillo.

Hubo un amago por parte de los deportivistas de controlar un partido que terminó escapándosele en las áreas, por los errores propios y por los aciertos de un rival que cuenta con futbolistas cuyo salario sobrepasa en una sola temporada el límite salarial impuesto al club coruñés. A los blanquiazules se les cayó el planteamiento en el tiempo que transcurrió entre una clarísima ocasión de Lucas Pérez y el tanto inicial de Benzema.

Hasta entonces el equipo de Víctor había sorprendido por una puesta en escena más atrevida de la que tiene acostumbrado lejos de Riazor, incluso se mostró más descarado de lo que suele hacerlo en su estadio. En apariencia era el mismo Deportivo: resguardado sobre su área con dos líneas muy juntas y pobladas, y con dos futbolistas descolgados para salir con rapidez. La intención para poner en práctica ese plan, sin embargo, no fue el habitual.

Sin intensidad y solidaridad entre sus jugadores, el conjunto blanquiazul se desdibuja. Víctor lo sabe y por eso reclama siempre la máxima competitividad y concentración para poner en práctica estrategias que a simple vista parecen no demasiado elaboradas, pero que se revelan tremendamente efectivas, como lo ha demostrado la sensacional primera vuelta firmada por su equipo. Dos derrotas consecutivas y la goleada encajada ayer en el Bernabéu no empañan una trayectoria ilusionante.

El partido de ayer, no obstante, podría haber sido otro si el primer cuarto de hora se hubiera decantado hacia el lado deportivista como parecía anticipar el arranque de los dos conjuntos. El Deportivo se asomaba con claridad sobre el área rival, quizá intentando aprovechar esos minutos iniciales de tanteo madridista, y tuvo en los pies de Lucas la oportunidad de poner patas arriba el Bernabéu en una tarde que se anticipaba festiva en el estadio blanco.

Mosquera logró conectar con el delantero coruñés después de un lanzamiento de esquina y lo dejó en posición franca delante de Keylor Navas. Lucas, sin embargo, se encontró con el pie del costarricense en su remate y confirmó que su idilio con el gol se ha transformado en un relación distante. Ya no tiene la misma facilidad para anotar y eso lo nota un equipo que depende de sus tantos más que de cualquier otro aspecto.

La decepción fue doble porque a partir de entonces el Madrid comenzó a desperezarse. Benzema inauguró el marcador con un tanto dudoso, de los que no suelen ponerse siquiera de acuerdo los expertos y el reglamento ofrece rendijas que dejan demasiado espacio a la interpretación. El francés remató de tacón después de otro disparo de Ramos en el área, con Bale en posición de fuera de juego y tapando la visión a Germán Lux.

Lo que vino a partir de ahí fue el derrumbe colectivo de los deportivistas. Víctor insistió a los jugadores desde el banquillo en que el planteamiento era el mismo, pero se encontró con que el equipo dejaba demasiada distancia entre líneas y favorecía el juego del Madrid. Bale y Carvajal encontraron un pasillo en el costado izquierdo de los blanquiazules y el campo comenzó a inclinarse sin remedio hacia la portería de Lux.

Al descanso tan solo hubo que lamentar otro tanto de los blancos, esta vez de Bale tras un cabezazo completamente solo en el área tras un centro a placer de Carvajal.

La reanudación ofrecía la oportunidad de comprobar si el equipo de Víctor Sánchez del Amo era capaz de sobreponerse a un resultado adverso como ya había hecho anteriormente ante Barcelona, Atlético o Athletic. No fue capaz porque a los cuatro minutos de arrancar la segunda parte Bale marcó otra vez a servicio de Carvajal desde el costado derecho.

El Deportivo se desplomó a partir de entonces, decaído como no se había visto durante esta temporada. Muy pocas veces al equipo se le había difuminado de tal manera el espíritu competitivo como ocurrió ayer en el Santiago Bernabéu. Lo hizo en parte porque no encontró la manera de armarse, ni defensiva ni ofensivamente. Más expuesto que nunca, las llegadas eran esporádicas y erráticas ante un rival que mantuvo su también tradicional tendencia a partirse por el eje. Podrían haber aprovechado los blanquiazules algún contragolpe, pero en su lugar lo que se encontraron fueron dos goles más de los blancos. Bale firmó su triplete tras un saque de esquina y Benzema terminó embocando el tanto que buscaba Ronaldo en la prolongación para dar por cerrado un compromiso que los madridistas abrazarán como el del estreno de Zidane y los deportivistas aprovecharán para hacer borrón y cuenta nueva.