El Dépor estuvo a punto de sellar y cobrar esta noche un boleto de la Primitiva. Al final se lleva un punto, que es un buen pellizco dado su deficitario nivel futbolístico en Anoeta. Un botín para tapar agujeros y con el anhelo de que se convierta en el principio de un cambio que, por ahora, es difícil de atisbar. Solo Lux, que hizo suyo todo el santoral, fue capaz de sostener a un equipo etéreo, inconsistente. La Real falló lo indecible y le regaló un gol al Dépor, pero fue todo tan esperpéntico que el tanto de la igualada llegó también gracias a otro obsequio. Esta vez de Jonás. Un sinsentido.

El Dépor se propuso cambiar en Anoeta y lo único que varió fue su suerte. Y eso contó en sus filas con San Germán Lux. Si durante muchos momentos de la temporada el equipo coruñés tuvo el honor de ser el conjunto al que menos le disparaban a puerta, esa capacidad para cortocircuitar los ataques rivales pareció ser esta noche cosa de un pasado muy lejano.

Víctor quiso volver a sus raíces y blindarse en las bandas para desde ahí ganar en seguridad atrás y confianza adelante. Nada de eso. Luisinho y Juanfran tenían trabajo, pero ya fuese por la derecha, por la izquierda o por el centro, la Real era capaz de conectar y superar a los blanquiazules. El destinatario de sus servicios fue casi siempre Jonathas, que superó de manera machacona a Lopo. Su problema (y el de toda la Real) se llamaba Germán Lux.

El argentino ha dejado definitivamente atrás sus inseguridades de la temporada pasada e hizo una exhibición portentosa de reflejos y de pericia en el uno contra uno. Tres veces tropezó el brasileño con sus guantes y no solo él. Rubén Pardo, Bruma...

Lux sostenía el fuerte y al Dépor se le veía fluído arriba. Le envalentonó su buena estrella y la facilidad que tenía para combinar una vez superada la primera línea de presión. Lucas, fajador como siempre en la presión, tuvo la primera tras un pase filtrado de Luis Alberto. Ganó Rulli. Con lo que ya no pudo el meta fue con un estrambótico triple fallo encadenado de su zaga en el despeje. La pelota llegó mansa a los pies de Luis Alberto, que solo tuvo que tocarla a la red. 0-1. Ese empujón en forma de gol tampoco subió al Dépor a la ola del triunfo. A Lux siguieron sin darle un respiro. Paraba y paraba. Achicaba mientras el Dépor sacaba la mano del agua reclamando el descanso.

Si el equipo coruñés quería aire, la Real no estaba para treguas. Salió al segundo acto como si solo quedasen cinco minutos. Tocaba, centraba al área, no perdía ni medio segundo en los saques de banda. Seguía buscando superioridades en banda y el Dépor estaba un poco apurado, pero ya no era aquel ahogo. De hecho, la mejor ocasión vasca en el primer tramo fue a balón parado. Íñigo Martínez volvió a perdonarle la vida.

Y mientras se calmaba el ardor en el área de Lux, las señales de vida llegaban en el lado opuesto. Lucas y, sobre todo, Luis Alberto pudieron hacer el 0-2. Cada vez eran más habituales las contras blanquiazules. La desesperación y la desilusión empezaban a dibujarse en las caras de los jugadores de la Real. Sus ataques perdían asiduidad y claridad. Parecían estar vencidos hasta que les rescató el Dépor.

Jonás, un veterano de mil batallas, cometió un error de principiante. Llevaba un minuto en el campo y se cegó agarrando por detrás y sin opción a un rival en el área. Penalti. Y gol seguro con Xabi Prieto por el medio. 1-1. La Real vio el cielo abierto y se lanzó de cabeza a por la remontada. Volvia el vendaval. Al principio con más corazón que cabeza, luego ya con todo. Hasta mandó dos balones más al palo. Jonathas y Oyarzabal pudieron hacer esta vez la diferencia. Hoy no era el día. El premio era para un Dépor que debe reflexionar.