Le persiguen los empates. Son su condena. El Dépor y el Rayo estuvieron un buen rato sobre el ring de Riazor. Los golpes volaban. Recibió uno, encajó el otro. Hasta Vicandi Garrido, el árbitro, pedía más de lo debido un guante para sumarse al intercambio. Le encanta el protagonismo. Al final ninguno se fue al suelo. Los dos en pie en un empate vistoso, pero doloroso para el equipo coruñés. Por todo el tiempo que lleva sin ganar, por su escaso nivel en el primer acto, por tropezar en la desagradable piedra de un colegiado que afea a su colectivo... Solo la capacidad del Dépor para levantarse y las maravillas que inventan la pareja Lucas-Luis Alberto le sirven de consuelo. Ha llegado a treinta puntos. Mucho le está costando.

Al equipo coruñés le pudo el sopor de un lunes de enero a deshora. Así salió al duelo y el Rayo, siempre voluntarioso e insistente, no le perdonó. Tuvo incluso la cortesía de avisarle en un par de ocasiones. Se les veía muy cómodos tocando y el deportivismo se frotaba los ojos a la espera de que su equipo recobrase vida. Tuvo que llegar el gol de Miku para que despertasen de un sopapo.

El equipo de Víctor reaccionó como mejor sabe: agarrándose a Lucas y Luis Alberto. No le sobraba fútbol, pero un par de presiones bien tiradas, un desmarque de libro del zurdo y las habituales concesiones franjirojas le ofrecieron la oportunidad. El coruñés no falló. La asistencia del andaluz no merecía otra definición. Certero. Lucas rescataba al Dépor cuando empezaba a coquetear con el 0-2. El gol espoleó a los blanquiazules. Remontada. Ese primer tanto parecía que pronto sería un mal sueño, parte del pasado. Hasta que llegó el 1-2 con penitencia para el que centraba hoy todas las miradas.

Y cuando más se fijaban en Manu, peor fue el error. Su cesión fue un presente atrasado de Reyes para un Miku que solo tuvo que ceder el balón a Jozabed. 1-2. El equipo madrileño celebraba y se relajaba. El golpe fue duro para el Dépor que siguió sin encontrar su fútbol. La presión de su rival le ahogaba en la media y solo los escarceos de Lucas y los balones largos lograban inquitar a Juan Carlos.

A pesar del mal panorama y del peligro latente de un 1-3, fue el conjunto blanquiazul el que pudo lograr la igualada. Vicandi Garrido obvió un agarrón de Zé Castro a Lucas. Era penalti. Comenzaba su recital. Riazor empezó a desviar entonces su mirada hacia el colegiado, al que no le incomoda ni lo más mínimo que miren para él. Así acabó la primera parte y se retiró a vestuarios entre música de viento. Todo por decidir.

Todas las dudas se convirtieron en certezas después de escuchar a Víctor en el descanso. A los treinta segundos Juan Carlos ya había tenido que desentumecerse con una parada. En el rechace Fayçal no le perdonó. 2-2. El vendaval Deportivo acababa de tomar tierra en Riazor y no le había llevado ni un minuto. Al empuje blanquiazul hubo que sumarle la genialidad del francomarroquí en el disparo. Una folha-seca de manual. Caía el balón mientras toda la grada se levantaba. Durante muchos minutos ya no se pudo sentar. Su equipo no le daba un respiro, al Rayo, menos. Lucas le regaló otro balón de gol a Luis Alberto que lo estampó en el palo. Se sucedían los centros al área. El equipo madrileño achicaba y buscaba aire. Pudo Cani ser el héroe con un disparo cruzado de treinta minutos. Poco a poco el ritmo bajó sin que el Dépor dejase de ser el protagonista. Llegaban los cambios en el Rayo y nada se movía en el banquillo coruñés.

Paco Jémez equilibró primero a su equipo y luego colocó a dos futbolistas en punta para buscar el 2-3. Un buena utilización de los recursos, algo que no se vio en Víctor, al que se le oye a menudo que desea una plantilla corta y que su confianza en sus jugadores está fuera de toda duda. Ayer solo hizo un cambio con el banquillo repleto y con su equipo jadeando. ¿Por qué?

Con este panorama la estrella de Lucas se estaba apagando y la ansiedad empezaba a pasar factura en el bando local. La gasolina escaseaba y se nivelaba la balanza. El Rayo nunca renuncia a nada. Y menos cuando se siente superior, mejor colocado en el campo y más fresco. Así estuvo cerca de un cuarto de hora, buscando su suerte, hasta que el Dépor volvió a hacer acto de presencia.

Ahí el equipo coruñés lo intentó con más corazón que cabeza. El aire seguía sin sobrarle, aunque sí encontró espacios para hacer daño. No pudo. Luis Alberto estuvo a nada de hacer el 3-2 en una volea que parecía predestinada a ser gol. Era imposible. El tanto se mascaba. Podía ser de cualquiera. No fue de nadie. Un empate muy entretenido con un punto de amargura.