Que Mosquera se quedase o se marchase no dependía del Dépor. Esa es la realidad. Hubo un momento en el que solo le podía el Barça y el Madrid. Ahora son demasiados equipos, más de los que cualquier deportivista desearía confesar. Deuda, límite salarial, objetivos modestos, un reparto injusto de los derechos televisivos y la pérdida de poder adquisitivo de la Liga. Son muchas y evidentes las razones que explican esa desventaja. Y, a pesar todo, el '5' del Dépor seguirá habitando en Riazor. El verdadero mérito no es haberlo convencido, es haber creado las condiciones máximas e ideales a su alcance para hacerle dudar. El resto ya lo hizo el propio Mosquera. Pierde dinero pero se queda en casa, valorado económicamente, querido por la grada, en una entidad seria, en un equipo que le atrae... No siempre saldrá bien. Depende del competidor y de la escala de prioridades del propio jugador. Pero haberle creado esa indecisión, haber confeccionado ese hábitat es el verdadero triunfo. Lo perdurable. Los jugadores van y vienen, el ecosistema de club-grada-ciudad, no. A partir de ahí es desde donde se construye, siempre con la red de seguridad de la permanencia en Primera División.

El Dépor ha crecido en una semana. En una situación límite. Este sí que es un verdadero test de estrés, de esos que hacen cada cierto tiempo a la banca. Y real. No fue una prueba menor. Una de las cualidades de Manuel García Quilón, agente de Mosquera, es lograr que sus jugadores con margen para progresar no se encadenen a un club. Cláusulas bajas, movilidad entre equipos amigos, contratos con un buen pellizco... Todo apoyado en el rendimiento futbolístico del propio interesado. Bajo estas premisas, llegó el coruñés a Riazor. El autoengaño no lleva a ninguna parte. Salió en una situación ventajosa del Elche y el Dépor no podía hacer un dispendio salarial. Esa cláusula de rescisión de cuatro millones era válvula de escape por si todo se torcía o un comodín para medrar con facilidad a las primeras de cambio. Lícito. El Dépor aceptó a regañadientes sabiendo que estaba jugando una mano con las cartas justas. También entendible. Y en unos meses puede pasar de esa provisionalidad a una relación firme y duradera. Y todo por una duda creada en un chaval que se fue de A Coruña con doce años. Entonces no hubo una alternativa real para que se quedase en casa. Tampoco era fácil. Ahora sí.

Y en pleno recuerdo al Día de la Marmota, centran el interés Mosquera y... Lucas. Agradable repetición en torno al Dépor. El '7' ha vuelto a remontar. Dudó, como el equipo. Ahora el titubeo ya solo es del grupo. 14 goles en 22 partidos. Y no solo eso. Su trabajo en la presión, lo que condiciona a las defensas, su facilidad para mostrarse habilidoso y definitivo en jugadas a toda velocidad... Todo con la capacidad que atesora para hacer jugar, asociarse. También es un pasador. Pronto llegarán los amistosos de primavera de la Selección antes de la Eurocopa. El inmovilismo de Del Bosque encamina al pesimismo. Pero Lucas está haciendo lo que debía y más. Ha demostrado que no sólo tiene gol, que su arranque de Liga no es ni mucho menos una casualidad. Ha creado otra duda. Cada día es más completo. El mejor jugador que ha pisado el Dépor en la última década, junto a Filipe. Aún habrá que agradecerle al PAOK que le obligase a jugar un par de partidos europeos. Lo encadenó a Riazor, al menos hasta junio.

Los empates y el banquillo

Víctor dirigió ante el Rayo su trigésimo partido como técnico del Dépor. Desde aquel duelo de Anoeta que rescataron Toché y Riera ha cosechado 17 empates. Curiosa estadística. Lo primero que desprende es que le gusta tener los duelos bajo control y que a su Dépor le cuesta hacer diferencias definitivas. Pero ha habido más de un 2-2 con remontadas milagrosas. También muestra el carácter de sus grupos para rehacerse ante las adversidades. Solo el tiempo dirá cuánto tienen de indicativas estas igualadas o qué hay de casualidad.

Lo que sí fue más llamativo es que Víctor utilizase ante el Rayo solo uno de los tres cambios y que tardase tanto en hacerlo. Apostando por Jonathan y con Luis Alberto, Lucas y Fayçal en estado de gracia, no era fácil mover las piezas. Pero no es buen mensaje para el resto de un grupo corto, ese al que tanto intenta salvaguardar. Los ha hecho jugar, los sigue necesitando.