Ahora que Mulder y Scully han vuelto, el Dépor vive su propio fenómeno paranormal. Uno para el que no hay una sencilla explicación pero que hay que resolver cuanto antes. El equipo coruñés se ha encallado en la X. Los quinielistas lo tienen fácil, los blanquiazules, no tanto. Para un conjunto con objetivos modestos y que atisba la zona europea, no es mal panorama ese paso lento a la par que firme. Sin vacilar. Sudando, ya ha dejado atrás la barrera de los treinta puntos y la meta se ve más cerca. Pero esa trayectoria en la que ni cae ni se levanta del todo tiene un punto agónico. Nada bueno. Genera un círculo vicioso del que el Dépor, dignísimamente entero, ha podido escapar por las buenas sensaciones que sigue ofreciendo su fútbol. Ha perdido algo de frescura. Sí. Pero su competitividad y el lustre de la pareja Lucas-Luis Alberto siguen ahí, son la mejor red de seguridad ante esta caída lenta. Debe resolver esta situación antes de que una desgracia la solvente por él y una crisis aparezca a la vuelta de la esquina. Una victoria para liberarse.

No hay una única razón para explicar los 13 empates que lleva del Dépor y los 19 en los 31 partidos de la era Víctor Sánchez del Amo. Hay reacciones sorprendentes (Athletic y Barcelona), duelos con muy buena cintura (Rayo y Atlético), injusticias manifiestas (Valencia), milagros imposibles (Real Sociedad)... El catálogo es extenso y variado. Esas igualadas no llegaron por un único camino ni bajo un mismo guión. Solo hay una salvedad en la que pararse: Riazor. No termina de hacerlo su campo esta temporada. El Dépor ha ganado tres de sus once partidos en casa. Decimoquinto en este ranking, un punto peor que a domicilio. Solo en cuatro encuentros dejó su portería a cero, en tres de ellos se impuso. En la medida que salga en tensión y eche el cerrojo a su meta, estará más cerca de ganar en su hogar. No necesita el cuerpo a cuerpo, ni demostrar cada semana su personalidad afrontando marcadores adversos. Solidez. Y su calidad arriba hará el resto, sobre todo, con Lucas y Luis Alberto en pleno idilio.

El paso del tiempo colocará en su sitio a esta pareja. Es probable que se rompa en verano y no por el coruñés, principalmente. El gaditano se ha revalorizado, pertenece al Liverpool y en A Coruña sobran buenas intenciones y cariño, pero escasea el cash. Mientras llega ese momento, es bastante probable que entre ambos superen de manera clara los 25 goles y las 10 asistencias. Una buena ecuación, muestra de su entendimiento y de su fútbol. Hace años que no se ve una dupla de este estilo por Riazor. Habría que remontarse a Valerón con cualquiera de sus socios predilectos, Roy Makaay o Diego Tristán. Esta es distinta. Aún de menor nivel, pero goleadores ambos.

Más lejos de los campos

Los últimos años en el fútbol profesional español son una torpe carrera por alejar a los aficionados de los campos de fútbol, por aniquilarles la ilusión de echarse a la carretera y pasar un fin de semana con la camiseta puesta y dejándose la garganta. Los horarios parecen una batalla perdida y más cuando hay un Dépor-Rayo por el medio. El último sinsentido es convertir ciudades cercanas en plazas incómodas. Más allá de que 50 personas no definen a una afición como la del Sporting, las propias fuerzas de seguridad deben poner las medidas a su alcance para que una masa de seguidores se sienta segura. La Federación de Peñas denunció indefensión y más de uno entró en el campo con el partido ya empezado. Todo en un duelo declarado de alto riesgo. Otra razón más para no volver. Ojalá tengan paciencia y nunca se cansen. Claro que las televisiones dan dinero y es una vía a explotar, no la única. Mientras expulsan al aficionado, las premian sin buscar el más mínimo equilibrio de la balanza. El Camp Nou parece una atracción turística... Todo tan alejado del sentimiento y también de ese concepto americano, tan adorado desde la LFP, de la experiencia integral del entretenimiento. Que los aficionados pasen el mayor número de horas en torno al estadio y junto a su equipo. Para que consuman, para que lo vivan muy dentro, para vender pasión, para que el producto comercializado parezca más redondo. Ni eso. Solo aprenden lo malo.