El Dépor necesita correr y cuando está ansioso, como ahora, más aún. Con Lucas Pérez y la corte que le rodea no sabría jugar de otra forma. El grupo lo lleva en sus genes. La parálisis vital que le ha generado tanto empate no le da un respiro. Está revolucionado. Ya se notó en las semanas anteriores y el sábado, al abrigo de Riazor y gustándose, se hizo más evidente. Anhela un momento catárquico que le libere de un síndrome sin fácil explicación, pero al que ha conseguido domar para que no le destruya. Esta necesidad le convirtió ante el Betis en un equipo de mayor vértigo y dio la sensación, por momentos, de que era unidireccional, que le faltan registros. En este contexto, le sentó de maravilla una de las figuras ocultas de este Dépor: Rubén Gracia, Cani.

Cani es un futbolista de otro tiempo en un Dépor ofensivo que se caracteriza por su juventud y voracidad. Su pausa es terapéutica. Ese segundo que se toma (el mejor ejemplo es la jugada del 2-2) asienta al equipo y ese convencimiento propio de que su valor está en un fútbol cerebral y diferente matiza la apuesta de Víctor Sánchez del Amo. Y en la plantilla es lo más parecido que hay a un jugador de banda, en su caso a un interior clásico con pase, juego entre líneas y tendencia a irse hacia el centro. Dos victorias y siete empates es su balance como titular en Liga esta temporada. Cuando Cani está en la foto inicial no existe la palabra derrota para los coruñeses. Junto a Luis Alberto modela el torbellino ofensivo blanquiazul. Su fichaje pudo generar dudas por la edad y la inactividad, pero en la medida que Víctor sepa gestionar su físico, su talento y su implicación, mejor le irá al equipo. Ahora va a tocar esperarlo.

El aragonés es uno de los contrapuntos de este nuevo Dépor más desbocado. Y ante el Betis no fue el único. El escenario del duelo exponía al equipo y probaba a Sidnei en las situaciones que le hacen único. Es uno de los mejores centrales correctores. Mezcla corpulencia y contundencia con rapidez y colocación. Cuando saca la escoba, pocos le aguantan el tipo en el uno contra uno y sin coberturas. Y encima le encanta mirar a la portería contraria. Sin alergia a los espacios abiertos ni a los metros finales. Es el defensa menos defensa. Ese hecho diferencial acrecienta su valor. El duelo del sábado resaltó sus cualidades. Riazor está harto de conocerlas, pero de vez en cuando no está mal detenerse y admirarlas.

La grada de Riazor no se marchó enfadada el sábado y ese es el mejor termómetro para el Deportivo en una época de relatividad inestabilidad. Aun así, la afición no debería caer en la condescendencia. Dos meses sin ganar no son una casualidad y quieren decir algo. Las victorias morales no llevan a ninguna parte. Ganar, ganar y volver a ganar. Al equipo le falta regularidad en su fútbol y contundencia en las dos áreas. Sí, merece más y aguanta el tipo de manera encomiable. Aún no llega. Está en el camino, al que igual que su masa social. Se esfuerza, puede. Le entiende, le exige.

Qué es el Dépor en una charla

Poco a poco Pedro Mosquera desvela detalles que le llevaron a inclinarse por el Dépor ante la oferta mareante del Valencia. La conversación con Víctor Sánchez del Amo va cobrando importancia con el paso de las semanas. Muchos clubes han creído encontrar el maná en los exjugadores. "Quien bien juega, bien entrena", han debido pensar. El resultado del experimento tiene un poco de todo, aunque en el Dépor no admite dudas. El madrileño se ha revelado como un técnico de Primera División. Pero, más allá de su mérito como gestor de grupos, lo que era y es indudable es su valor como voz autorizada. Víctor ha ganado una Copa de Europa, sabe lo que siente un futbolista al más alto nivel. Víctor hizo suya la banda de Riazor durante siete años, conoce a la perfección los entresijos del Dépor y su entorno. Pedro Mosquera es listo y le escuchó. ¿Quién no lo haría en su lugar? Pocos le podrían haber hecho entender mejor qué necesitaba y qué era lo que le ofrecían su equipo y su ciudad en este momento de su carrera y de su vida. Buena charla, gran decisión, inmejorable alegría.