El Deportivo se ha quedado tieso. Si existían dudas después de las derrotas ante Espanyol y Granada sobre el momento que atraviesa el equipo de Víctor Sánchez del Amo, ayer quedaron completamente despejadas después del partido en San Mamés. El conjunto blanquiazul perdió su tercer encuentro consecutivo y confirmó el momento delicado que atraviesa. Se imponía una reacción frente al Athletic, pero volvió a verse a un Dépor perdido, a merced del rival y por momentos sin alma. En el imponente estadio bilbaíno se corroboró la involución que ha experimentado durante las últimas semanas el cuadro coruñés. En algún instante que tercia entre la victoria ante el Eibar hace ya más de dos meses y el compromiso de ayer, el Deportivo se ha vuelto un equipo vulgar y sin rumbo que se empeñado en meterse en un lío mayúsculo.

Dependiendo de lo que ocurra esta tarde entre Sporting y Granada, los blanquiazules podrían mirar ya de frente al descenso. A comienzos de año esa posibilidad representaba una broma macabra, pero el rendimiento del equipo en este 2016 le ha condenado a ello. Los resultados no han acompañado (5 puntos de 30 posibles), pero hasta no hace mucho lo hacían las sensaciones. Ayer en San Mamés le castigó el marcador y también la imagen que dejaron los jugadores de Víctor Sánchez.

El que hasta no hace mucho era el conjunto que menos remates concedía a los contrarios se llevó ayer cuatro goles de Bilbao y la sensación de que se encuentra atrapado en un agujero mucho más profundo que un simple bache. En ningún momento el Deportivo dio la sensación de poder imponerse a un Athletic confortable que jugó al ritmo que le marcó Beñat.

Se acomodó el menudo centrocampista en el centro del campo y alrededor de él sus compañeros, que vieron desde prácticamente la primera jugada del partido muy llano el camino hacia la portería del debutante Pletikosa. Aduriz recibió una pelota a la espalda de la defensa en una jugada que se repitió de manera trágica durante todo el partido y encaró al portero croata, que intervino de manera esperanzadora con el pie para evitar el primer tanto local.

La resistencia de los blanquiazules duró sin embargo diez minutos más, lo que tardó Muniain en embocar una dejada de Raúl García en el área que dejó en evidencia a Laure y Celso Borges. El lateral ni siquiera estorbó al delantero rojiblanco pese a la diferencia de envergadura y el mediocentro estaba lejos del lugar en el que debería estarlo para hacer la cobertura a los centrales. Esos fueron los primeros errores individuales de un naufragio que sin embargo se volvió colectivo conforme fueron pasando los minutos.

La hasta no hace mucho fortaleza del equipo, quizá su principal virtud, se ha tornado en debilidad, de manera que hasta los jugadores más destacados del curso se han vulgarizado. Arribas, pletórico desde que se hizo con el puesto de central titular como acompañante de Sidnei, llegó tarde a todas las coberturas y no fue capaz de sujetar en ningún momento a Aduriz. Mosquera está lejos del centrocampista que dominaba los partidos y Fayçal ya no es aquel jugador machacón que aparecía por todos los lados. A eso hay que sumar que al grupo de refresco no le alcanza para dar la talla. No lo hizo Jonás, tampoco Oriol Riera, a pesar de su gol, ni mucho menos Lopo.

El Athletic terminó maltratando la propuesta del Deportivo, machacado en el centro del campo y retratado atrás por la falta de ayudas de la medular. A los rojiblancos les bastó con filtrar pases a la espalda de unos defensas adelantados y completamente vendidos para llevar el peligro constante a la portería de Pletikosa. Así llegó el primero de Aduriz, después de una incorporación de Susaeta por la banda izquierda blanquiazul, que encontró un pasillo y le puso el tanto en bandeja a su compañero.

Hubo un amago de reacción al comienzo de la segunda mitad, cuando Víctor entendió que lo que necesitaba era velocidad y no pausa, por eso intentó cambiar el guión con Cartabia y Juanfran en el campo. La apuesta pareció funcionarle cuando Lucas cazó una pelota inverosímil a los seis minutos de la reanudación que transformó en el primer tanto de Oriol Riera esta temporada.

A los deportivistas, sin embargo, les duró la ilusión los dos minutos que tardó Aduriz en volver a poner distancia en el marcador. La defensa, otra vez expuesta. El tercero del delantero que rivalizaba con Lucas por el pichichi nacional, el cuarto de los rojiblancos, terminó de hundir al Deportivo y de retratar el naufragio en la inocente marca que hace Pedro Mosquera en la jugada.

Ya no hubo más, en parte porque el Athletic se dio por saciado y a los blanquiazules les quedaba poco resuello para cuando menos intentar maquillar un resultado que enciende todas las alarmas.