Riazor se propuso hacer borrón y cuenta nueva. Los aficionados ocuparon sus gradas para animar a su equipo en una nueva jornada, una nueva oportunidad. Sin embargo, las buenas intenciones se esfumaron en cuestión de minutos y resonó con fuerza el "Dépor, échale huevos". Era ahora o nunca. La presión aumentó tras el gol del Málaga, que llegó tras un córner.

El equipo que dirige Víctor Sánchez del Amo notó el calor del público justo cuando pisó el terreno de juego. Mientras el speaker nombraba a cada uno de los jugadores, el público respondía con un aplauso. Para agradecérselo, el Dépor intentó volcarse sobre el área protegida primero por Kameni y, poco después de la media hora, por Ochoa. Tuvo su oportunidad Pedro Mosquera y aún más clara fue la Lucas Pérez, solo con la portería vacía. Pero ninguna acción fue capaz de cambiar el marcador. La presión aumentaba, y los reproches también. La afición reclamaba el gol. Y llegó gracias a Celso Borges. Justo antes del descanso para calmar el ambiente. Las conversaciones entre seguidores deportivistas se resumían en "a ver qué hacemos ahora". La ruta a seguir no fue la mejor, pues primero se adelantó el conjunto andaluz gracias a Camacho. Otra vez fruto de un saque de esquina. Reaccionó el equipo blanquiazul mediante una jugada individual de Fede Cartabia. Doble celebración, por el empate y por los 2.000 goles del Deportivo en Primera División. La fiesta no acabó ahí. No podía faltar Lucas. Hizo el 3-2 tras ser asistido por Fayçal y acto seguido se dirigió a Marathon Inferior para celebrarlo con los aficionados. Hacía semanas que su nombre no resonaba de esa manera en el estadio coruñés y recibió una ovación especial cuando el técnico lo sentó en el banquillo para dejarle el sitio a Oriol Riera. Pero de la alegría se pasó a la rabia y el triunfo se convirtió en espejismo por el gol en propia de Arribas.