Le han robado a su Dépor. La grada de Riazor lleva tres meses asimilando que aquel equipo versátil, moderno y esplendoroso que le hacía frotarse los ojos cada semana ha desaparecido. Es la realidad. Doce semanas que parecen una eternidad. Desde entonces todo deportivista ha ido afrontando las cinco fases del duelo, aplicables a cualquier proceso traumático: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Cada uno a su ritmo. Víctor y la plantilla han parecido anclados en la negación o, al menos, así lo han expresado públicamente. Más de un seguidor está instalado en la ira y así piensa seguir descargando. La mayoría tiene sus fases y no le queda otra que negociar. Y también los hay que lo ven todo negro y están sumidos en el más profundo abatimiento. No hay salida para ellos. Más les valdría a todos los actores implicados en este proceso (del césped a la grada) entrar de lleno en la fase de aceptación. Y no para entregarse a un destino ya marcado, sino para dejar atrás el recuerdo enquistado y empezar a ponerle remedio a una situación perfectamente subsanable. Desde la tensión competitiva necesaria, desde el reconocimiento del problema, desde la búsqueda de soluciones, no de culpables. Por una salvación.

Los primeros que han sabido leer la situación, como casi siempre en estos últimos años, son los aficionados. Situación aceptada, a luchar contra ella. Los Riazor Blues han convocado a los seguidores el sábado en el hotel. La Federación de Peñas del Dépor ha apoyado la iniciativa. Un gesto a modo de revulsivo como aquel que llevó al primer proyecto de Lotina a doblegar al Valladolid y no parar en su escalada hasta la zona europea. Este equipo no necesita tanto. Solo un par de victorias que no conseguirá hasta que asuma su verdadera realidad y vuelva a ser un equipo. Ya no será aquel grupo deslumbrante pero debe, al menos, buscar una versión que le haga ser competitivo. Ni tan malo ni tan bueno, de Primera División. Lleva tres meses sin ganar y no se lo puede seguir permitiendo.

El Deportivo se juega una salvación y Víctor, su credibilidad. Fue valiente al prescindir de sus futbolistas más importantes ante el Atlético de Madrid. Es loable que no tome los caminos fáciles, sino que transite los, a su juicio, más adecuados. Eso sí, las decisiones arriesgadas lo colocan aún más en el foco. Sus rotaciones extremas del Calderón solo tendrán justificación con una victoria ante el Levante. Con Fabricio como baja asumida solo faltará Sidnei. No es una ausencia menor, pero todo apunta a que estarán Lucas, Luisinho, Cani, Fernando Navarro y Lux. Todos han peligrado por problemas físicos o sanciones. El arsenal está listo. Situación casi inmejorable. Ni excusas ni victorias morales ni medias verdades. Una victoria.

Volver a ganar y salvarse forma parte de lo necesario ahora mismo. No hay debates ni otra prioridad mayor. Lo que sí requiere una reflexión más profunda y a medio plazo es la deriva de los últimos meses y si es reconducible la situación. No siempre la salvación estará tan barata y el Dépor podrá pasarse media Liga sin ganar durante dos temporadas seguidas y, aun así, aspirar a renovar su billete en Primera. Ya habrá tiempo para darle vueltas.

Hoy se salda una deuda

El Dépor femenino será hoy una realidad. El nuevo consejo hizo suya la eterna aspiración de recuperar al histórico Karbo. La verdadera impronta de aquel equipo se mide en la nostalgia que genera tres décadas después, a pesar del paso del tiempo, de las dificultades e incomprensión que tuvo que afrontar y del ninguneo al que siempre ha sido sometido el deporte femenino. Lis, Inma, Geli... Eran un espectáculo. Primero fue el Karbo y luego el Karbo-Deportivo. En su día el club absorbió un equipo ganador (ya tenía dos títulos nacionales), hoy empieza desde más abajo apoyándose en el Orzán. Entonces las dificultades económicas acabaron llevándoselo por delante años más tarde. Esta apuesta es seria y la LFP rema en la misma línea. Por una larga vida. Las niñas ya pueden cumplir ese sueño hasta ahora imposible de vestir la camiseta del Dépor. Ya solo por eso habrá merecido la pena.