Cuando menos lo merecía y más lo necesitaba. El Dépor ha vuelto a ganar. Recupera esa vieja sensación perdida justo cuando síntomas más preocupantes estaba mostrando. En muchos momentos de la velada fue un barco a la deriva al que, por fin, el karma le rescató del naufragio. Con Fede como guía en la tempestad, esperó a que un indolente Levante le indultase. Y, en una de las incursiones del argentino, una jugada de carambola le dio la victoria más necesaria de los últimos tiempos. Mucho tiene que cambiar el equipo coruñés, este año y en los próximos, pero al menos tiene a la vista la orilla de la salvación. Respira, recobra vida.

El primer acto solo se justifica y se soporta por lo que ocurrió en los últimos tres minutos. El pase de Cani vale una entrada y multiplica hasta el infinito su importancia en el contexto de este conjunto. Hasta ese chispazo, al que correspondió Lucas con su desmarque y Luis Alberto con la templaza para definir, el equipo coruñés fue la nada. Nervioso, sin ideas, sin ánimo, mal colocado, peleado con el mundo... Daban igual los nombres y los protagonistas, la situación le estaba dominando.

Fue tal la inacción que Riazor estaba en shock. Cabreado pero quizás más sorprendido y por eso no reaccionaba. Solo en algún momento se arrancó con algunos pitos. Tres meses sin ganar pesan y la mejor demostración es este Dépor. Aun así, este estado de deriva no se explica solo por el atenazamiento anímico. Debe ahora salvar y la reflexión se antoja profunda a todos los niveles.

La suerte para los blanquiazules es que el Levante tampoco quería levantar la voz. Esta derrota dará mucho tiempo vueltas en su cabeza. El equipo granota lleva toda la temporada al borde del precipicio. No se ha despeñado por su buen momento en casa. Y en Riazor apostó por tener la pelota y no hacerse nota en exceso. Era el invitado perfecto. Un empate no le sobraba y tenía la sensación de que en algún momento le llegaría la oportunidad de ganar. Se le vio más suelto y con mejores maneras, pero tan inofensivos o más que un Dépor al borde de un ataque de nervios.

Al final tuvo que ser Cani, al que le sobran los galones y la clase, el que tuvo que tirar de repertorio. En torno a él es que se veía algo de luz en el Dépor y de sus botas nació la única ocasión que supuso algo de desequilibrio. Acabó 1-0 la primera parte para respiro blanquiazul y lamento de un Levante que tampoco hizo nada para ir ganando. Descanso. Cuarenta y cinco minutos, un mundo.

Ni cinco minutos le duró el supuesto paraíso a los locales. Al Levante no le hizo faltar ni acelerar. Bajó algo el pie y el equipo coruñés se diluyó como un azucarillo. Arribas se quedó enganchado en una salida de la defensa y habilitó a Rossi que se regodeó ante Lux. 1-1 y gracias. Había sido tan fácil.

El equipo granota pareció animarse unos minutos más, pero volvió pronto al estado inicial. Repliegue y a la espera de que le cayese algo. Le estaba perdonando la vida a un Dépor dubitativo, horrible. Esperaba el golpe de gracia y no se lo dieron.

Poco a poco el equipo coruñés fue animándose por inercia. No creía, tampoco le quedaba otro remedio. Víctor tardó de nuevo en hacer los cambios, pero la entrada de Fede Cartabia fue lo mejor que le pudo pasar al conjunto blanquiazul. Difícil entender su suplencia cuando es el único al que no le quema la pelota en un equipo que es un manojo de nervios. El Dépor se colgó de él. Primero una incursión, luego otra. No hizo mucho, pero poco era infinito ante tal desierto ofensivo. A trompicones, a arrones y con algún susto pudo seguir vivo. Deyverson la tuvo y corrigió un imperial Navarro, el único que alivia la añoranza por Sidnei. Otra recuperación de Arribas fue el preludio del premio.

Llegó el gol y la explosión. Fue en varios rebotes. Lo normal. Después de un peregrinaje de tres meses tampoco le iban a poner la alfombra roja. Centro largo, Lucas, el palo, Mariño, a la red y a respirar. El Dépor ha ganado, ya supera los puntos de la Liga pasada. Tres meses le ha costado volver a hacerlo. Acaricia la salvación. Tampoco debería relajarse.