Eficacia y control. Ni más ni menos. El Deportivo tendrá que seguir remando unas semanas más para ganarse el derecho a seguir en Primera. Se adelantó y no fue capaz de maniatar el duelo. Pudo empatar y falló lo inimaginable. El confeti queda para otra ocasión después de haber preparado la fiesta para él y para Valerón. Una semana dispersa. Reconforta la distancia con el descenso. Aún sigue en la lucha.

El equipo coruñés y Las Palmas no saltaron salvados al césped de Riazor, pero algo en su interior les decía que prácticamente tenían el trabajo hecho. El frenazo de Getafe, Sporting y Levante y el abismo de puntos con la zona roja les invitaban a jugar administrando. No había urgencias, sí cálculo. El ritmo parsimonosio de los canarios tampoco llevaba al sobresalto. Y el Dépor era feliz regalándole la pelota y esperando a dar el zarpazo. Los roles parecían claros. Así el equipo coruñés comenzó a correr detrás del balón y su rival, a moverlo, pero sin el menor atisbo de peligro. Balas de fogueo. Al llegar a la zona de ataque se les hacía de noche. La lentitud en la elaboración le permitía al Dépor armarse y rearmarse. Emoción, la justa.

Vivía tranquilo, pero quería más. La mitad de su plan blanquiazul estaba fallando. No era capaz de hacer una presión coordinada y los robos escaseaban. A partir del minuto quince todo cambió. Agarrado a Fede y a la voluntariedad de Lucas, su fútbol a latigazos empezaba a fluir. Poco duró ese periodo de dominio. Pronto Las Palmas recuperó la pelota y, empujado por el vértigo de los coruñeses, el duelo se abrió. Al Dépor le vino bien. Un pase largo de Sidnei a Lucas fue el primer aviso. El zurdo ya rondaba el gol. Ese primer regalo del brasileño lo mandó arriba. Tendría más, él nunca se rinde. El descanso llamaba a la puerta tras un par de escarceos de Jonathan Viera.

El fútbol se desató en el segundo acto. El Dépor arrancó atacando y no paró hasta que se puso en ventaja. El gol es una obra personal de Lucas Pérez. Lo define. Un balón sin historia de Fernando Navarro para evitar una contra fue capaz de leerlo, de desnudar a la defensa amarilla con un desmarque, de hacer un control de muchos quilates y de definir con su pierna mala. Décimosexto tanto. Su aportación ofensiva ha decrecido en la segunda vuelta, pero gran parte de la salvación puede acabar siendo suya. Principio y fin de este Dépor que ha crecido esta temporada.

El equipo coruñés tenía ventaja, no dominaba el duelo. Buscó la sentencia y, con el cansancio de algunos de sus medios, el entramado defensivo se resquebrajó. Avisó Nili, no perdonó Araujo. 1-1. Gran pase de Momo en un tanto en el que Manu no cubrió de la mejor manera su primer palo. El desasosiego en Riazor duró lo que tardó Víctor en meter a Fayçal para recuperar el centro del campo.

Fueron veinte minutos en los que a los coruñeses no le sobró fútbol, sí ocasiones para ponerse por delante. Un poco de Lucas fue suficiente para agitar el ataque y en torno a él, Juanfran y Luis Alberto pudieron acabar siendo los héroes. Fallaron, Las Palmas, no. Una jugada a balón parado fue la condena. David García, el ejecutor. El tramo final fue un auténtico acoso y derribo. Jonathan, Borges, Lopo, otra vez Lucas... No hubo manera. Inexplicable. El 1-3 fue un epílogo anecdótico. El Dépor estaba predestinado a no apearse hoy de la lucha por la permanencia. Aún tiene deberes.